domingo, 8 de julio de 2018

La mala fe, la diferencia de magnitudes y la política del hecho consumados caracteriza la diplomacia de Brasil

La Triple Alianza de países vecinos para inmolar al Paraguay puso de relieve el estoicismo de la valerosa nación paraguaya.
Un siglo después de la hecatombe, el poder fáctico brasileño modificando el nuevo trazado limítrofe de 1872, asumió la soberanía sobre el Salto del Guairá. Completando el tuerzo, con la construcción de Itaipú interceptó la libre navegación del río Paraná.
En torno a la indebida mudanza territorial del Salto del Guairá y el leonino Tratado de Itaipú, transcurren las relaciones de Paraguay con Brasil ahora acentuadas con políticas de hechos consumados. Todo ello, usando como herramienta la diferencia de magnitudes y la presunción de fronteras flexibles en reemplazo de la ocupación militar.
“… Nuestras fronteras oficiales con el Brasil están delimitadas por los ríos Paraguay, Apa y Paraná y por las cordilleras de Amambay y Mbaracayú, pero ganaderos y otros empresarios rurales y simples agricultores brasileños están ya instalados en al menos la mitad de la Región Oriental y bien adentro del departamento chaqueño de Alto Paraguay. Esa es la ‘frontera’ verdadera que existe; fronteras ‘flexibles’, como diría Itamaraty” (ABC Color, 22 de noviembre de 2006).
Sobre la política del hecho consumado, el periodista y escritor venezolano Rafael María Baralt (1810-1860) apuntaba “…hechos, malos o ilegales en su origen, que se han ido perpetuando, ya por amaño, ya por fuerza, hasta echar hondas raíces en el Estado, y no ser posibles extirparlos sin conmociones peligrosas y violentas”; “… teoría o sistema excelente para los usurpadores, y que parece haber sido inventado de propósito para perpetuar los abusos más indignos y los crímenes más repugnantes”.
Aunque catastrófico el hecho consumado del espacio vital para la Alemania de la anterior guerra global, resultó auspicioso para la expansión portuguesa en la América Meridional, actual libreto seguido por Itamaraty.
“… La frontera paraguaya con Brasil retrocedió 100 kilómetros en las últimas décadas. En esa faja viven 400.000 brasileños expulsados de Río Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná que se convirtieron en instrumentos de los planes expansionistas de los militares brasileños” (Raúl Zibechi. Brasil, el difícil camino hacia el multilateralismo. Dial, 15 de marzo de 2006).
Una variable extrema de estos hechos fácticos, que ensayan con éxito los gobernantes posdictadura de Paraguay, se exterioriza en la resignación de la soberanía energética de Itaipú y de Yacyretá. Al respecto, puntualizaba el astuto ex director general brasileño de Itaipú Jorge Samek: “Solo los paraguayos tontos creen que Itaipú es también de Paraguay” (Relato al autor de Mateo Balmelli, ex director general paraguayo de Itaipú).
El exabrupto de Samek y el ingreso de la multinacional Eletrobrás en la Bolsa de Nueva York demuestran el cinismo de nuestros socios condóminos.
El Financial Times de Londres del 31 de octubre de 2008, en aviso publicitario de 20 por 40 centímetros, anunciaba el ingreso de la Eletrobrás en la Bolsa de Valores de Nueva York sin mencionar a Paraguay como socio y copropietario de la hidroeléctrica.
“Energía brasileña ahora en Nueva York” rezaba el anuncio, con una llamativa fotografía de Itaipú en la página 9 de la edición impresa del conocido periódico.
El editorial de un matutino asunceno describió magistralmente la entrega de la soberanía energética de Paraguay: 
“A diferencia del Tratado Loizaga-Cotegipe que nos impusiera el Imperio del Brasil el 9 de enero de 1872 para la liquidación diplomática de la guerra de exterminio que nos trajera la infame Triple Alianza, por el que nos arrebató definitivamente el extenso territorio situado entre los ríos Apa y Blanco, el de Itaipú no fue uno impuesto por el vencedor al vencido, sino la antipatriótica y voluntaria entrega por parte del dictador Alfredo Stroessner de un filón de soberanía nacional a nuestros verdugos de antaño: la mitad del caudal del portentoso río Paraná, equivalente a la que nos arrebatara por medio de la fuerza en el pasado” (ABC Color del 25 de abril de 2018).
Itaipú tiene su origen en la guerra contra el Paraguay promovida en 1857 por la Confederación Argentina y el Imperio de Brasil del que también participó la Banda Oriental.
Como consecuencia de la guerra, en el Tratado final de límites de 1872, el Imperio de Brasil impuso nuevos límites a la República del Paraguay respetando la posesión paraguaya sobre el Salto del Guairá.
El enorme potencial hidroeléctrico del Salto hizo que Brasil en 1930, a través del Protocolo Moreno-Mangabeira, intente modificar el trazado fronterizo ya demarcado para incluir el Salto del Guairá en su territorio. La explotación del Salto del Guairá daba solución a su creciente demanda energética.
No obstante, los demarcadores de la Comisión Mixta de Límites de Brasil y Paraguay no arribaron a ningún acuerdo trabando las pretensiones de Itamaraty. Persistiendo en el propósito, fuerzas militares de Brasil ocuparon Salto del Guairá, en junio de 1965.
Las gestiones del canciller norteamericano Dean Rusk y la firme posición paraguaya, hicieron posible el Acta Final de Foz de Yguazú del 22 de junio de 1966 y la evacuación del país de las tropas brasileñas de ocupación.
El Acta Final instauró el proyecto brasileño de explotación hidroeléctrica y el condominio sobre el Salto del Guairá. El documento prometía el aprovechamiento conjunto del río Paraná.
El Acta Final de Foz de Yguazú de 1966 fue sustituido en 1973 por el Tratado de Itaipú. El Tratado para el “aprovechamiento hidroeléctrico de los recursos hidráulicos del río Paraná, pertenecientes en condominio a los dos países” sumergió en el fondo de las aguas represadas del río Paraná el Salto del Guairá y el bosque atlántico con su rica fauna.
El antropólogo y lingüista español Bartomeu Melià (1932) resalta en sus estudios el grave delito ambiental ocasionado por la represa de Itaipú, agravado con la expulsión de su hábitat de treinta y seis pueblos de la nación guaraní.
Actualmente Itaipú es víctima del aterramiento. Su capacidad útil para embalsar las aguas del río Paraná sufre un proceso colmatación. A la par de su deterioro, es enorme la frustración del pueblo paraguayo al verse discriminado en el aprovechamiento hidroeléctrico.
En el pacta sunt servanda lo pactado obliga, Brasil se desentendió de la buena fe que exige que se cumpla lo convenido con la máxima equidad (Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los Tratados).
Stephen Hawking, el brillante físico recientemente fallecido, que hizo más comprensible para los no científicos la naturaleza cambiante del tiempo y del universo, plantea a la humanidad, mientras ella siga subsistiendo, el bien común. Un bien universal estrechamente vinculado con la integración de las naciones, el amor a la patria, la identidad nacional, el progreso social y la libertad.
Olvido
En el pacta sunt servanda Brasil se desentendió de la buena fe que exige que se cumpla lo convenido con la máxima equidad (Convención de Viena).
juanantoniopozzo@gmail.com