lunes, 9 de diciembre de 2013

Apostar por el Derecho Internacional Público

La diplomacia y la capacidad disuasiva son dos condiciones indispensables en el ámbito de la defensa nacional. La inconstitucional desactivación del servicio militar obligatorio, la carencia de un programa para para restituir el material obsoleto a las fuerzas singulares  y la acelerada desaparición de las Reservas colocan en una situación crítica al principal elemento disuasivo de la defensa nacional: las Fuerzas Armadas de la Nación. Ninguno de los gobiernos nacionales, desde la Guerra del Chaco, se preocuparon de resolver esta cuestión  íntimamente relacionada con la existencia misma del Estado paraguayo. Ta es, que en la actual coyuntura su presencia es irrelevante.
Solo queda, el respeto a las normas internacionales por medio de la diplomacia, el otro elemento que sirve de sustento a la defensa nacional. Con su estricto y escrupuloso cumplimiento el Estado paraguayo da muestras de seriedad y credibilidad en sus vínculos con el exterior. La seguridad jurídica, reclamada insistentemente -básica para las inversiones provenientes tanto del interior pero especialmente del exterior del país- es una cuestión esencial indisolublemente ligada con el desarrollo nacional.
Los últimos acontecimientos, que obligaron al Gobierno nacional a reclamar la ilegal inclusión de Venezuela en el Mercosur - en protesta por la prevalencia de la  coyuntura política sobre  las normas jurídicas- son las muestras del irrespeto,  a los acuerdos internacionales consensuados, de nuestros ocasionales socios
En esta emergencia solo cabe seguir insistiendo por el cumplimiento de los pactos internacionales como una señal inequívoca del rumbo correcto. Cualquier decisión, que privilegie lo político sobre lo jurídico, significaría una monumental marcha hacía atrás que  condenará al Estado paraguayo a la pérdida de credibilidad y al ostracismo. La fortaleza del Estado paraguayo se sustenta en el irrestricto cumplimiento del Derecho Internacional Público y no en los coyunturales arreglos políticos.
El presidente Mandela,  cuando el Gobierno del apartheid le ofreció, después de veinte años de prisión, sacarlo en libertad  prefirió seguir prisionero cinco años más para no quebrantar sus principios. El mariscal López prefirió su muerte antes que rendirse. Sirvan estos ejemplos a los responsables de conducir a un pueblo altivo, irreductible que tiene bien ganado el respeto de sus iguales.

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