23 de Agosto de 2015
Itaipú, ¿una cuestión de seguridad?
Itaipú se financió a sí misma, principalmente, con préstamos usurarios de la Eletrobrás, hoy totalmente honrados según los expertos. Sin embargo, las sumisas autoridades de la binacional, funcionales al Gobierno brasileño de turno, sin voluntad para revisar el escandaloso dolo, seguirán autorizando hasta 2023 el pago indebido de unos US$ 2.000 millones por año.
La sideral suma es aplicada en el subsidio de la estatal brasileña y de sus accionistas, escamoteando a sus verdaderos propietarios –los pueblos paraguayo y brasileño– el pan de la boca.
Nuestro circunstancial socio condómino en Itaipú siempre se caracterizó por su poco apego a los compromisos internacionales, al empleo de la velada intimidación y su desdén por el derecho internacional.
Son muestras de ello:
- El deliberado exterminio del pueblo paraguayo en la Guerra Guazú.
- El despiadado incendio del hospital de Piribebuy, con sus enfermos postrados en cama.
- La ejecución de prisioneros indefensos y de la población civil.
- El robo en Piribebuy de los archivos nacionales.
- La inmisericorde masacre de miles de niños en Acosta Ñu.
- La apropiación de más de 60.000 km2 de territorio nacional, principal objetivo de la tríplice entente.
- El azote permanente de los secuestradores bandeirantes de la época colonial, bárbaros piratas terrestres, dedicados a la cacería de pueblos enteros para venderlos como esclavos.
Se suma a este nefasto recuento el bochornoso arreglo que se tradujo en el Tratado de Itaipú, ajeno a la justa intención del presidente João Goulart quien, mucho antes, acordó una “explotación conjunta” de la mayor hidroeléctrica del mundo a ser construida.
Lamentablemente, el régimen militar que lo derrocó no respetó el convenio asumido y como resultado invadió con tropas del ejército, en mayo de 1965, la República del Paraguay, para apropiarse de las cataratas del Salto y emprender unilateralmente el proyecto.
La reseña que sigue demuestra la escasa vocación de integración que anima a la política exterior de los gobiernos brasileños.
1) El Acta Final del 22 de junio de 1966.
En el Acta se lograron conciliar mutuos intereses relacionados con la explotación hidroeléctrica del río Paraná. Se resolvió sobre la posesión del Salto del Guairá, en territorio paraguayo, imponiéndose al Paraguay el condominio del salto que la Comisión Mixta de Límites y Caracterización de la Frontera Paraguay-Brasil, a causa de la desatinada pretensión brasileña y la firme posición paraguaya, seguía sin resolver. Se determinó, además, que los trabajos de la Comisión Mixta “…serán proseguidos en la fecha en que ambos Gobiernos lo estimen conveniente”.
También se estableció que la energía eléctrica producida por el río Paraná sería repartida en partes iguales entre los dos países.
Como Paraguay no podía aprovechar toda su parte, el excedente podría ser adquirido por Brasil preferentemente, a un precio justo. No obstante, una mejor oferta que pudiera proponerse le garantizaba al Paraguay la libre disponibilidad sobre su electricidad y, lo más importante, su soberanía energética.
El Acta –convenida para la “…evaluación de las posibilidades económicas, en particular de los recursos hidráulicos, pertenecientes en condominio a los dos países, del Salto del Guairá o Salto Grande de las Siete Caídas”– se debe principalmente a las gestiones oportunas del canciller Dean Rusk del Gobierno de los Estados Unidos presidido por Lyndon B. Johnson.
Los antecedentes
a. El aprovechamiento hidroeléctrico del Salto de Guairá y del limítrofe río Paraná no era posible sin el concurso de Paraguay. Así lo entendió en 1964 el presidente Goulart en un acuerdo, para una explotación conjunta, con el presidente Stroessner.
b. Ignorando el compromiso, el régimen militar que destituyó a Goulart se planteó la construcción unilateral del proyecto, intentando desviar el río hacia la margen brasileña. Como otra alternativa, para controlar las cataratas del Salto, invadió en 1965 Puerto Renato, Paraguay.
c. Advertido por los EE.UU. –en el marco de la seguridad hemisférica trastornado por la crisis de los misiles nucleares en Cuba y la crisis de gobernabilidad en Santo Domingo– Brasil tuvo que suscribir en 1966 los términos del Acta Final de Foz de Yguazú. Todo ello para una explotación conjunta de la producción de la obra a ser construida y retiro de territorio paraguayo de los batallones de ocupación brasileños.
d. Lamentablemente, el Acta Final de 1966 fue sustituido por el Tratado de Itaipú de 1973 para ceder Itaipú al Brasil.
Sin embargo, contradictoriamente, el Acta Final es parte del preámbulo del Tratado de Itaipú o “Tratado entre la República del Paraguay y la República Federativa del Brasil para el aprovechamiento hidroeléctrico de los recursos hidráulicos del río Paraná, pertenecientes en condominio a los dos países, desde e inclusive el Salto del Guairá o Salto Grande de las Sete Quedas hasta la boca del río Yguazú”.
e. Durante el proceso de delimitación fronteriza conforme al Tratado de Límites de 1927, que completaba los trabajos de demarcación fronteriza de 1872, los brasileños pudieron advertir el enorme potencial hidroeléctrico que significaba las cataratas del Salto del Guairá, en territorio paraguayo. Un nuevo Protocolo, en 1930, obligó al Paraguay a reabrir la demarcación ya pactada en 1872. Los trabajos coincidieron con la guerra que libraba el Paraguay en el Chaco. Según investigaciones de Efraín Cardozo, fue en aquella ocasión “…que el Brasil, por primera vez, articuló pretensiones sobre la totalidad de los Saltos, exhibiendo un mapa que carece de todo valor jurídico para modificar el tratado” (CARDOZO, Efraím. Los derechos del Paraguay sobre los Saltos del Guairá. 1965. Publicado por ABC Digital el 23 de diciembre de 2008).
f) Aunque las posteriores demarcaciones siguieron sin afectar la propiedad del Salto, un estudio realizado en 1962 por una oficina técnica de São Paulo propuso su explotación desviando por territorio brasileño el río Paraná.
Los resultados fueron más auspiciosos en mayo de 1965 cuando batallones de infantería del Gobierno del mariscal Humberto Castello Branco, para controlar el accidente natural, invadieron una pequeña localidad paraguaya conocida como Puerto Renato. Excepto el derrocado presidente João Goulart, quien se comprometió con el Gobierno paraguayo el 19 de enero de 1964 a una explotación conjunta, no estaba en el ánimo del nuevo régimen honrar el compromiso. Los técnicos, poco escuchados, advertían que sin el concurso del río Paraná sería inviable un aprovechamiento satisfactorio.
g) Todos los reclamos diplomáticos por la invasión fueron estériles. Impertérritos, los conquistadores alegaban estar en sus dominios conforme al Tratado de 1872. La negativa duró hasta que el canciller americano Dean Rusk, en mayo de 1966, visitó el Paraguay. El diplomático, enterado del problema, consiguió que las partes se reúnan. La reunión se concretó en Foz de Yguazú entre el 21 y 22 de junio de 1966.
h) Para la política de seguridad nacional de los Estados Unidos en plena guerra fría, superada la crisis de los misiles nucleares soviéticos instalados en Cuba en 1962 y alarmados en 1965 por la crisis de gobernabilidad en República Dominicana, las confrontaciones entre aliados no contribuían a la estabilidad del Hemisferio Occidental.
Sin embargo, como cuestión central para acordar el Acta Final fue necesario imponer al Paraguay el Salto del Guairá como un condominio. Se repetía la historia. Una vez firmado el acuerdo las tropas brasileñas abandonarían el territorio nacional.
El agua embalsada, contenida por la represa y que borraba todo vestigio visible de las cataratas del Salto, se encargaría de sumergir en el río Paraná la principal riqueza natural del Paraguay y una de las siete maravillas del mundo.
2) El Tratado de Itaipú de 1973
Años después, el 26 de abril de 1973, el Tratado de Itaipú creaba, supuestamente en igualdad de derechos y obligaciones, Itaipú.
El documento, redactado a la medida de los intereses de Brasil, fue muy festejado por el periodista Murilo Melo Filho de la revista Manchete, quien lo calificó como “una victoria bien brasileña”. En los tiempos que corren, en fuentes digna de crédito se señala que “solo los paraguayos tontos creen que Itaipú es también de Paraguay”.
Uno de los responsables paraguayos del mamotreto suscrito en 1973 y ratificado en el mismo año, Carlos Augusto Saldívar, vocero de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Asuntos Internacionales del Senado paraguayo, argumentaba ante el Senado que “…la integridad territorial y la soberanía de la República están a salvo en todo momento” (ENRÍQUEZ, Efraín. Itaipú. Aguas que valen oro. 2007. p. 90).
Desde la Guerra del Chaco no se tenían noticias de la pérdida de una comarca paraguaya de unos 500 kilómetros cuadrado. En ella estaban contenidas las cataratas del Salto, una de las siete maravillas del mundo, y más de treinta pueblos originarios que se nutrían del supermercado de la selva Atlántica. Se sumaba a la desventura el bloqueo del río Paraná por el gran muro que represaría el río Alto Paraná extremando la condición mediterránea del Paraguay.
Con la promulgación de la Ley Nº 389 del 17 de julio de 1973, que aprobaba el Tratado, se ratificó el derecho de adquisición del excedente a cambio de una irrisoria compensación que debía abonar la propia Itaipú para que la Eletrobrás, el copropietario bandido de Itaipú, pudiera aprovecharla gratuitamente. En menos de una década Brasil, lo que no pudo lograr con la invasión militar gracias a nuestros pusilánimes negociadores y la mayoría oficialista del Congreso manipulados desde el Palacio de los López, consiguió apropiarse de Itaipú.
3) Las modificaciones del Acta Final
Para concretar la entrega de Itaipú al Brasil se modificaron cláusulas esenciales del Acta final. Entre ellas:
a. El derecho de preferencia reconocido a las partes para la adquisición de la energía no utilizada fue sustituido por el derecho de adquisición.
b. El justo precio que debía abonarse por esta misma energía fue reemplazado por una compensación.
c. Del pago de la compensación, asegurando la gratuidad de la energía cedida para la Eletrobrás, se le responsabilizó a Itaipú.
d. La autorización a las Altas Partes Contratantes para asumir protocolos adicionales y actos unilaterales y otras medidas relacionadas a los aspectos de policía y seguridad aseguró a la margen izquierda, violando la soberanía nacional, su intervención en la margen derecha.
e. La asimétrica distribución de las direcciones, las de mayor importancia que controlan la entidad tales como la General, la Técnica y la Financiera, para los brasileños. Las otras, las accesorias, como las de Coordinación, Administrativa y Jurídica, para los paraguayos.
Es posible que los representantes oficialistas del Congreso Nacional no hayan estudiado a profundidad el tratado que ratificaron o tal vez pudo más el temor a desviarse del libreto impuesto desde la cúspide del poder. Todo lo que se conquistó en el Acta Final naufragó en el Tratado de Itaipú, una notable contradicción. ¿Cobardía, pusilanimidad?
Es cuando el pretexto de la “seguridad”, para tan deleznable abdicación, es aplicada como razón de Estado. De otro modo no tiene explicación por qué se aprobó tanta calamidad que reñía con el fin y el objeto de un acuerdo que debiera repartir equitativamente la producción.
Cuarenta años después la renuncia no deja lugar a dudas.
Solo el 7% del producto es aprovechado por el Paraguay. Por la energía cedida, valorado en el mercado brasileño a unos US$ 85 el megavatio hora, el país recibió apenas una media de unos US$ 2,5 por cada unidad.
Esa es la medida de la asimetría y del fraude repetido, esta vez en Itaipú, por los brasileños.
En coincidencia con la razón de Estado, esgrimida por los entregadores de la principal riqueza del Paraguay, Carlos Mateo Balmelli, ex director paraguayo de la binacional, nos advertía recientemente que “Pretender forzar la situación para que un Estado reconozca que explotó y sustrajo riquezas de otro constituye un desaguisado al cual se apela cuando se está en condiciones de poder llevar el uso de la fuerza a la práctica” (BALMELLI, Carlos. 2011. Ed. Santillana S.A. Itaipú, una reflexión ético-política sobre el poder, p. 192).
Entre tanto, con la actitud cómplice de nuestras venales autoridades, siguen humillando al pueblo más valiente de América: el glorioso pueblo paraguayo.
Siempre
Nuestro socio en Itaipú siempre se caracterizó por su poco apego a los compromisos, al empleo de velada intimidación y su desdén por el derecho internacional.
Arreglo
Se suma a este nefasto recuento el bochornoso arreglo que se tradujo en el Tratado de Itaipú, ajeno a la justa intención del presidente João Goulart.
Irrisoria
Se ratificó el derecho de adquisición del excedente a cambio de una irrisoria compensación que debía abonar la propia Itaipú...
juanantoniopozzo@gmail.com
Nuestro circunstancial socio condómino en Itaipú siempre se caracterizó por su poco apego a los compromisos internacionales, al empleo de la velada intimidación y su desdén por el derecho internacional.
Son muestras de ello:
- El deliberado exterminio del pueblo paraguayo en la Guerra Guazú.
- El despiadado incendio del hospital de Piribebuy, con sus enfermos postrados en cama.
- La ejecución de prisioneros indefensos y de la población civil.
- El robo en Piribebuy de los archivos nacionales.
- La inmisericorde masacre de miles de niños en Acosta Ñu.
- La apropiación de más de 60.000 km2 de territorio nacional, principal objetivo de la tríplice entente.
- El azote permanente de los secuestradores bandeirantes de la época colonial, bárbaros piratas terrestres, dedicados a la cacería de pueblos enteros para venderlos como esclavos.
Se suma a este nefasto recuento el bochornoso arreglo que se tradujo en el Tratado de Itaipú, ajeno a la justa intención del presidente João Goulart quien, mucho antes, acordó una “explotación conjunta” de la mayor hidroeléctrica del mundo a ser construida.
Lamentablemente, el régimen militar que lo derrocó no respetó el convenio asumido y como resultado invadió con tropas del ejército, en mayo de 1965, la República del Paraguay, para apropiarse de las cataratas del Salto y emprender unilateralmente el proyecto.
La reseña que sigue demuestra la escasa vocación de integración que anima a la política exterior de los gobiernos brasileños.
1) El Acta Final del 22 de junio de 1966.
En el Acta se lograron conciliar mutuos intereses relacionados con la explotación hidroeléctrica del río Paraná. Se resolvió sobre la posesión del Salto del Guairá, en territorio paraguayo, imponiéndose al Paraguay el condominio del salto que la Comisión Mixta de Límites y Caracterización de la Frontera Paraguay-Brasil, a causa de la desatinada pretensión brasileña y la firme posición paraguaya, seguía sin resolver. Se determinó, además, que los trabajos de la Comisión Mixta “…serán proseguidos en la fecha en que ambos Gobiernos lo estimen conveniente”.
También se estableció que la energía eléctrica producida por el río Paraná sería repartida en partes iguales entre los dos países.
Como Paraguay no podía aprovechar toda su parte, el excedente podría ser adquirido por Brasil preferentemente, a un precio justo. No obstante, una mejor oferta que pudiera proponerse le garantizaba al Paraguay la libre disponibilidad sobre su electricidad y, lo más importante, su soberanía energética.
El Acta –convenida para la “…evaluación de las posibilidades económicas, en particular de los recursos hidráulicos, pertenecientes en condominio a los dos países, del Salto del Guairá o Salto Grande de las Siete Caídas”– se debe principalmente a las gestiones oportunas del canciller Dean Rusk del Gobierno de los Estados Unidos presidido por Lyndon B. Johnson.
Los antecedentes
a. El aprovechamiento hidroeléctrico del Salto de Guairá y del limítrofe río Paraná no era posible sin el concurso de Paraguay. Así lo entendió en 1964 el presidente Goulart en un acuerdo, para una explotación conjunta, con el presidente Stroessner.
b. Ignorando el compromiso, el régimen militar que destituyó a Goulart se planteó la construcción unilateral del proyecto, intentando desviar el río hacia la margen brasileña. Como otra alternativa, para controlar las cataratas del Salto, invadió en 1965 Puerto Renato, Paraguay.
c. Advertido por los EE.UU. –en el marco de la seguridad hemisférica trastornado por la crisis de los misiles nucleares en Cuba y la crisis de gobernabilidad en Santo Domingo– Brasil tuvo que suscribir en 1966 los términos del Acta Final de Foz de Yguazú. Todo ello para una explotación conjunta de la producción de la obra a ser construida y retiro de territorio paraguayo de los batallones de ocupación brasileños.
d. Lamentablemente, el Acta Final de 1966 fue sustituido por el Tratado de Itaipú de 1973 para ceder Itaipú al Brasil.
Sin embargo, contradictoriamente, el Acta Final es parte del preámbulo del Tratado de Itaipú o “Tratado entre la República del Paraguay y la República Federativa del Brasil para el aprovechamiento hidroeléctrico de los recursos hidráulicos del río Paraná, pertenecientes en condominio a los dos países, desde e inclusive el Salto del Guairá o Salto Grande de las Sete Quedas hasta la boca del río Yguazú”.
e. Durante el proceso de delimitación fronteriza conforme al Tratado de Límites de 1927, que completaba los trabajos de demarcación fronteriza de 1872, los brasileños pudieron advertir el enorme potencial hidroeléctrico que significaba las cataratas del Salto del Guairá, en territorio paraguayo. Un nuevo Protocolo, en 1930, obligó al Paraguay a reabrir la demarcación ya pactada en 1872. Los trabajos coincidieron con la guerra que libraba el Paraguay en el Chaco. Según investigaciones de Efraín Cardozo, fue en aquella ocasión “…que el Brasil, por primera vez, articuló pretensiones sobre la totalidad de los Saltos, exhibiendo un mapa que carece de todo valor jurídico para modificar el tratado” (CARDOZO, Efraím. Los derechos del Paraguay sobre los Saltos del Guairá. 1965. Publicado por ABC Digital el 23 de diciembre de 2008).
f) Aunque las posteriores demarcaciones siguieron sin afectar la propiedad del Salto, un estudio realizado en 1962 por una oficina técnica de São Paulo propuso su explotación desviando por territorio brasileño el río Paraná.
Los resultados fueron más auspiciosos en mayo de 1965 cuando batallones de infantería del Gobierno del mariscal Humberto Castello Branco, para controlar el accidente natural, invadieron una pequeña localidad paraguaya conocida como Puerto Renato. Excepto el derrocado presidente João Goulart, quien se comprometió con el Gobierno paraguayo el 19 de enero de 1964 a una explotación conjunta, no estaba en el ánimo del nuevo régimen honrar el compromiso. Los técnicos, poco escuchados, advertían que sin el concurso del río Paraná sería inviable un aprovechamiento satisfactorio.
g) Todos los reclamos diplomáticos por la invasión fueron estériles. Impertérritos, los conquistadores alegaban estar en sus dominios conforme al Tratado de 1872. La negativa duró hasta que el canciller americano Dean Rusk, en mayo de 1966, visitó el Paraguay. El diplomático, enterado del problema, consiguió que las partes se reúnan. La reunión se concretó en Foz de Yguazú entre el 21 y 22 de junio de 1966.
h) Para la política de seguridad nacional de los Estados Unidos en plena guerra fría, superada la crisis de los misiles nucleares soviéticos instalados en Cuba en 1962 y alarmados en 1965 por la crisis de gobernabilidad en República Dominicana, las confrontaciones entre aliados no contribuían a la estabilidad del Hemisferio Occidental.
Sin embargo, como cuestión central para acordar el Acta Final fue necesario imponer al Paraguay el Salto del Guairá como un condominio. Se repetía la historia. Una vez firmado el acuerdo las tropas brasileñas abandonarían el territorio nacional.
El agua embalsada, contenida por la represa y que borraba todo vestigio visible de las cataratas del Salto, se encargaría de sumergir en el río Paraná la principal riqueza natural del Paraguay y una de las siete maravillas del mundo.
2) El Tratado de Itaipú de 1973
Años después, el 26 de abril de 1973, el Tratado de Itaipú creaba, supuestamente en igualdad de derechos y obligaciones, Itaipú.
El documento, redactado a la medida de los intereses de Brasil, fue muy festejado por el periodista Murilo Melo Filho de la revista Manchete, quien lo calificó como “una victoria bien brasileña”. En los tiempos que corren, en fuentes digna de crédito se señala que “solo los paraguayos tontos creen que Itaipú es también de Paraguay”.
Uno de los responsables paraguayos del mamotreto suscrito en 1973 y ratificado en el mismo año, Carlos Augusto Saldívar, vocero de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Asuntos Internacionales del Senado paraguayo, argumentaba ante el Senado que “…la integridad territorial y la soberanía de la República están a salvo en todo momento” (ENRÍQUEZ, Efraín. Itaipú. Aguas que valen oro. 2007. p. 90).
Desde la Guerra del Chaco no se tenían noticias de la pérdida de una comarca paraguaya de unos 500 kilómetros cuadrado. En ella estaban contenidas las cataratas del Salto, una de las siete maravillas del mundo, y más de treinta pueblos originarios que se nutrían del supermercado de la selva Atlántica. Se sumaba a la desventura el bloqueo del río Paraná por el gran muro que represaría el río Alto Paraná extremando la condición mediterránea del Paraguay.
Con la promulgación de la Ley Nº 389 del 17 de julio de 1973, que aprobaba el Tratado, se ratificó el derecho de adquisición del excedente a cambio de una irrisoria compensación que debía abonar la propia Itaipú para que la Eletrobrás, el copropietario bandido de Itaipú, pudiera aprovecharla gratuitamente. En menos de una década Brasil, lo que no pudo lograr con la invasión militar gracias a nuestros pusilánimes negociadores y la mayoría oficialista del Congreso manipulados desde el Palacio de los López, consiguió apropiarse de Itaipú.
3) Las modificaciones del Acta Final
Para concretar la entrega de Itaipú al Brasil se modificaron cláusulas esenciales del Acta final. Entre ellas:
a. El derecho de preferencia reconocido a las partes para la adquisición de la energía no utilizada fue sustituido por el derecho de adquisición.
b. El justo precio que debía abonarse por esta misma energía fue reemplazado por una compensación.
c. Del pago de la compensación, asegurando la gratuidad de la energía cedida para la Eletrobrás, se le responsabilizó a Itaipú.
d. La autorización a las Altas Partes Contratantes para asumir protocolos adicionales y actos unilaterales y otras medidas relacionadas a los aspectos de policía y seguridad aseguró a la margen izquierda, violando la soberanía nacional, su intervención en la margen derecha.
e. La asimétrica distribución de las direcciones, las de mayor importancia que controlan la entidad tales como la General, la Técnica y la Financiera, para los brasileños. Las otras, las accesorias, como las de Coordinación, Administrativa y Jurídica, para los paraguayos.
Es posible que los representantes oficialistas del Congreso Nacional no hayan estudiado a profundidad el tratado que ratificaron o tal vez pudo más el temor a desviarse del libreto impuesto desde la cúspide del poder. Todo lo que se conquistó en el Acta Final naufragó en el Tratado de Itaipú, una notable contradicción. ¿Cobardía, pusilanimidad?
Es cuando el pretexto de la “seguridad”, para tan deleznable abdicación, es aplicada como razón de Estado. De otro modo no tiene explicación por qué se aprobó tanta calamidad que reñía con el fin y el objeto de un acuerdo que debiera repartir equitativamente la producción.
Cuarenta años después la renuncia no deja lugar a dudas.
Solo el 7% del producto es aprovechado por el Paraguay. Por la energía cedida, valorado en el mercado brasileño a unos US$ 85 el megavatio hora, el país recibió apenas una media de unos US$ 2,5 por cada unidad.
Esa es la medida de la asimetría y del fraude repetido, esta vez en Itaipú, por los brasileños.
En coincidencia con la razón de Estado, esgrimida por los entregadores de la principal riqueza del Paraguay, Carlos Mateo Balmelli, ex director paraguayo de la binacional, nos advertía recientemente que “Pretender forzar la situación para que un Estado reconozca que explotó y sustrajo riquezas de otro constituye un desaguisado al cual se apela cuando se está en condiciones de poder llevar el uso de la fuerza a la práctica” (BALMELLI, Carlos. 2011. Ed. Santillana S.A. Itaipú, una reflexión ético-política sobre el poder, p. 192).
Entre tanto, con la actitud cómplice de nuestras venales autoridades, siguen humillando al pueblo más valiente de América: el glorioso pueblo paraguayo.
Siempre
Nuestro socio en Itaipú siempre se caracterizó por su poco apego a los compromisos, al empleo de velada intimidación y su desdén por el derecho internacional.
Arreglo
Se suma a este nefasto recuento el bochornoso arreglo que se tradujo en el Tratado de Itaipú, ajeno a la justa intención del presidente João Goulart.
Irrisoria
Se ratificó el derecho de adquisición del excedente a cambio de una irrisoria compensación que debía abonar la propia Itaipú...
juanantoniopozzo@gmail.com
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