20 DE MAYO DE 2018
| CON EL TRATADO ANULARON LA EQUIDAD Y LA COGESTIÓN PARITARIABreve reseña de Itaipú
La Triple Alianza e Itaipú son grandes tragedias que dejaron profundas huellas en la República del Paraguay.
El exterminio de la población paraguaya por el Imperio brasileño para usurpar sus territorios al sur del río Blanco y la apropiación indebida de Itaipú, por los gobiernos de facto de Brasil, son algunos de los hechos consumados por la política internacional lusitana-brasileña.
El periodista y escritor venezolano Rafael María Baralt (1810-1860), en su Diccionario de galicismos publicado en 1855, definía el hecho consumado:
“Es la expresión del lenguaje político, y se aplica a los hechos, malos o ilegales en su origen, que se han ido perpetuando, ya por amaño, ya por fuerza, hasta echar hondas raíces en el Estado, y no ser posibles extirparlos sin conmociones peligrosas y violentas… teoría o sistema excelente para los usurpadores, y que parece haber sido inventado de propósito para perpetuar los abusos más indignos y los crímenes más repugnantes”.
Aunque infructuosos los hechos consumados por Alemania para lograr el espacio vital, tolerado por las naciones europeas, fue coronada por el éxito la expansión lusitana colonial en Sudamérica, ahora disimulada en la estrategia de las fronteras vivas de Itamaraty.
La entrega voluntaria, una variable del hecho consumado, es cosecha de los últimos gobiernos de Paraguay. Ellos, con su indiferencia cómplice, son sus principales gestores.
Esta antipatriótica conducta resumía el editorial de ABC Color del 25 de abril de 2018:
“A diferencia del Tratado Loizaga-Cotegipe que nos impusiera el Imperio del Brasil el 9 de enero de 1872 para la liquidación diplomática de la guerra de exterminio que nos trajera la infame Triple Alianza, por el que nos arrebató definitivamente el extenso territorio situado entre los ríos Apa y Blanco, el de Itaipú no fue uno impuesto por el vencedor al vencido, sino la antipatriótica y voluntaria entrega por parte del dictador Alfredo Stroessner de un filón de soberanía nacional a nuestros verdugos de antaño: la mitad del caudal del portentoso río Paraná, equivalente a la que nos arrebatara por medio de la fuerza en el pasado”.
Itaipú tiene su origen en la guerra contra el Paraguay, promovida por la Confederación Argentina y el Imperio de Brasil y de la que también participó la Banda Oriental.
Como consecuencia de la guerra, el Imperio de Brasil impuso nuevos límites de frontera a la República del Paraguay, conforme al Tratado final de límites de 1872. En el nuevo trazado de límites se mantenía invariable la posesión de Paraguay sobre las cataratas del Salto del Guairá.
Brasil, en el año 1930, mediante el Protocolo Moreno-Mangabeira, requirió un nuevo trazado que indicaría como de su pertenencia el Salto del Guairá o Salto Grande de la Siete Caídas. No estaba en el ánimo de los técnicos brasileños ignorar un portentoso potencial hidroeléctrico que solucionaba su creciente demanda energética.
Los demarcadores de la Comisión Mixta de Límites de Brasil y Paraguay no pudieron arribar a ningún acuerdo.
Brasil persistente en su propósito, negado por la diplomacia, invadió con sus fuerzas militares Paraguay en junio de 1965.
Mediante gestiones del canciller norteamericano Dean Rusk, el 22 de abril de 1966, Brasil decidió abandonar el territorio agredido. En la misma fecha, los cancilleres de ambos países acordaron el Acta Final de Foz de Yguazú. El documento establecía el aprovechamiento conjunto del río Paraná y el condominio de los dos países sobre el Salto del Guairá.
Ya vigente el Tratado de Itaipú de 1973, fueron sumergidos en el curso superior del río Paraná las numerosas cascadas del Salto del Guairá, el bosque atlántico y su rica fauna.
El antropólogo y lingüista español Bartomeu Meliá (1932) destacaba en sus estudios, como corolario del grave delito ambiental, la expulsión de su hábitat de treinta y seis pueblos de la nación guaraní.
Actualmente Itaipú es víctima del aterramiento, su capacidad útil de embalsar las aguas del río Paraná está en pleno proceso de colmatación. Al desvanecerse su vida útil y con él la esperanza de una existencia mejor del pueblo paraguayo, se hace intolerable el fraude de los conjurados que entregaron Itaipú para el aprovechamiento exclusivo de Brasil.
Stephen Hawking, el brillante físico recientemente fallecido y que hizo más comprensible para los no científicos la naturaleza cambiante del tiempo y del universo plantea a la humanidad, mientras ella siga subsistiendo, el bien común. Un bien universal estrechamente vinculado con el amor a la patria, la identidad nacional, el progreso social y la libertad, hasta ahora una reminiscencia del pasado de la nación paraguaya.
Introducción
El 12 de mayo de 1973, a pocos días de la firma del Tratado de Itaipú, el abogado, escritor y periodista brasileño Murilo Melo Filho, en la edición 1.009 de la revista Manchete, juzgaba el acuerdo suscrito por los Gobiernos de Brasil y de Paraguay como “una victoria bien brasileña”. El título periodístico celebraba el triunfo del Gobierno militar brasileño que mañosamente se apropió de Itaipú.
Según la “intelligentsia” o élite intelectual, que se empeñaba en justificar al Gobierno brasileño de facto, en el emprendimiento binacional el Paraguay solo aportó las aguas del río Paraná. Un sofisma para ocultar la verdad.
Para el ingeniero Otávio Marcondes Ferraz, de gran influencia en el sector eléctrico de Brasil, resultaba incómoda la explotación conjunta del emprendimiento:
“…por no poseer el total de la caída, sino solamente una parte de ella y la mitad del caudal, el Paraguay tenía derecho a la energía solamente en la proporción en que poseyera esa caída” (Debernardi, Enzo. Apuntes para la historia política de Itaipú.1996. Pág. 324).
Ferraz, se mantenía en la premisa que las primeras y más importantes cascadas del Salto, estaban en territorio brasileño. Para él, el límite de frontera con Paraguay era el trazado que interceptaba la quinta caída del Salto.
No paraban los denuestos. En su editorial “Elección fatal”, del 13 de diciembre de 1977, el “Jornal do Brasil” advertía:
“En verdad, el Paraguay no consiguió sobrepasar el bajo límite de su competencia política, que parece determinada, en lo que concierne a Itaipú, por las fronteras de su capacidad de participar de la obra: él entra con el agua del río Paraná y sin un único centavo”.
“…el Paraguay no ha mostrado el nivel necesario para participar de Itaipú, ni la capacidad política para convivir con los complicados problemas del aprovechamiento del Paraná” (Debernardi, pág. 335).
Desarrollo. Recuento breve
La presente narración trata de la trama conspiraticia que permitió la cesión gratuita a la Eletrobrás de la energía no utilizada por la ANDE.
El emprendimiento hidroeléctrico de mayor productividad mundial, instalado en el tramo superior río Paraná, límite entre Brasil y Paraguay, habría sido bosquejado por los técnicos brasileños de la administración del presidente Juscelino Kubitschek (1956-1961). Sin embargo, el proyecto no incluyó al Paraguay.
No obstante, el Gobierno de João Goulart (1961-1964) comprendió que sin la participación de Paraguay resultaba inviable el aprovechamiento hidroeléctrico del río Paraná.
Más adelante, el presidente João Goulart y el presidente Alfredo Stroessner comprometieron el 19 de enero de 1964, en “Tres Marías”, Matto Grosso, el aprovechamiento hidroeléctrico conjunto del río Paraná, aunque la utopía no tuvo un final feliz.
El presidente Goulart fue destituido un par de meses después, el 31 de marzo, por un golpe militar. Con la asunción del Gobierno militar, que ignoró lo dispuesto en “Tres Marías”, se engendró otro instrumento diplomático: el Acta Final de Foz de Yguazú del 22 junio de 1966.
En el Acta, el Salto del Guairá que pretendía Brasil desde 1927, se anunció como un condominio de Brasil y Paraguay. También se dividía en partes iguales el aprovechamiento hidroeléctrico.
Siete años después, una vez concluida las negociaciones para la explotación conjunta del río Paraná, se concretaba el Tratado de Itaipú de 1973.
Dicho acuerdo resultó una catástrofe para el Paraguay. En el fueron anuladas de plano la equidad del aprovechamiento hidroeléctrico y la cogestión paritaria.
El Tratado fue arreglado de modo que a Paraguay toque las migajas: el 7% del total de la producción hidroeléctrica.
Para asegurar la usurpación a pedido de Itaipú, Yacyretá y la ANDE, el Gobierno del presidente Wasmosy en 1997, basado en la tesis del abogado José Antonio Moreno Rufinelli, consiguió la inconstitucionalidad provisoria de la ley que facultaba recabar informaciones de las binacionales a través de la ANDE.
La inconstitucionalidad fue confirmada en 2011, durante el Gobierno de Fernando Lugo, por la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (Alicia Pucheta, Miguel Bajac y Antonio Fretes).
De esta manera, la Sala Constitucional de la Corte blindaba jurídicamente Itaipú para impedir su transparencia.
Para completar el fraude, el Gobierno del presidente Nicanor Duarte Frutos, por Nota Reversal, añadía a la misión original de Itaipú una “responsabilidad social y ambiental”. Este añadido, se traducía en gastos sociales que no formaban parte del costo del servicio de electricidad:
“… la responsabilidad social y ambiental, impulsando el desarrollo económico, turístico y tecnológico, sustentable”, ocultaba el lucro prohibido que encarecía la tarifa de la electricidad a costa de los consumidores. Sin control estatal, el lucro prohibido es manejado por ambos presidentes de la República.
Durante la presidencia de Fernando Lugo, en el año 2008, Paraguay consiguió instalar una nueva mesa de negociaciones con Brasil. En ella se reclamaron las escandalosas asimetrías favorables a Brasil. Las Declaraciones Conjuntas del 25 de julio del 2009 no contenían respuesta alguna sobre los cuestionamientos que fueron resumidos en seis puntos.
Conclusión
En el editorial del 25 de abril de 2018, ABC Color refleja un leve despertar del anestesiado pueblo paraguayo:
“A nadie debe extrañar que en libertad el pueblo paraguayo vea al Tratado de Itaipú como un desastre no mitigado en términos del interés general del país, por lo que espera que el nuevo Gobierno nacional encabezado por el presidente electo, Mario Abdo Benítez, negocie con firmeza el fin de la inicua explotación neocolonialista de que es víctima el Paraguay en el emprendimiento hidroenergético compartido con Brasil”.