sábado, 7 de febrero de 2015

Acuerdo inaceptable por fraudulento

08 de Febrero de 2015

| UNA BREVE RESEÑA PARA INCRÉDULOS

La medida del fraude

 
Muchos de nuestros compatriotas compraron el discurso de que Itaipú fue financiado por Brasil. También a menudo se escucha que mediante su buena voluntad Paraguay pudo acceder al emprendimiento binacional. En general, los vinculados al vecino país por cuestiones de estudio, trabajo, negocio, lazos de familia, etc., así gustan admitir.
 
Sin embargo, la realidad es otra y debe ser conocida, especialmente por aquellos funcionarios con algún compromiso con la política exterior del país.
Itaipú se financió a sí misma, entre otros, con préstamos usurarios de la Eletrobrás, totalmente honrados, pero que por obra de la corrupción se seguirán abonando a la multinacional brasileña, en perjuicio de los pueblos usuarios, hasta 2023.
En cuanto a la buena voluntad de los gobernantes brasileños, la historia del Paraguay la tiene muy poco registrada. El exterminio deliberado del pueblo paraguayo en la hecatombe del 70, los límites impuestos en 1872 para apropiarse de más de 60.000 km2 de territorio nacional, una nueva invasión militar en 1965 adobada por una etapa colonial caracterizada por el terror a los secuestradores bandeirantes, inmisericordes piratas terrestres, dice todo lo contrario.
La experiencia en Itaipú es otro ingrato capítulo, excepción hecha del infructuoso compromiso del presidente João Goulart a su homólogo paraguayo el 19 de enero de 1964, para la “explotación conjunta” de  la monumental obra a ser construida.
Lamentablemente, el Gobierno que derrocó a Goulart no respetó el encargo y como corolario invadió con tropas de su ejército, en mayo de 1965, la República del Paraguay.
La reseña que sigue intenta explicar la escasa vocación de integración, sostenida en la asimetría, que históricamente animó a nuestro socio condómino.
I.- El Acta final de 1966
El Tratado de Itaipú del 26 de abril de 1973 sustituyó al Acta final del 22 de junio de 1966.
En el Acta final de 1966, base del Tratado de Itaipú, se lograron conciliar mutuos intereses relacionados con la explotación hidroeléctrica del río Paraná. Además se resolvió sobre la posesión del Salto del Guairá, espinosa cuestión que la Comisión Mixta de Límites y Caracterización de la Frontera Paraguay-Brasil nunca pudo convenir. Allanado el problema, se determinó en el acta que los trabajos de la Comisión Mixta “… serán proseguidos en la fecha en que ambos Gobiernos lo estimen conveniente”.
También se estableció que la energía eléctrica producida por el río Paraná sería repartida en partes iguales entre los dos países.
Como Paraguay no podía aprovechar toda su parte, el excedente podría ser adquirido por Brasil, preferentemente, a un precio justo. No obstante, una oferta mejor le garantizaba al Paraguay la libre disponibilidad sobre su electricidad o la soberanía energética.
El acta, convenida para la “…evaluación de las posibilidades económicas, en particular de los recursos hidráulicos, pertenecientes en condominio a los dos países, del Salto del Guairá o Salto Grande de las Siete Caídas”, se debe principalmente a la oportuna intervención del canciller Dean Rusk del Gobierno de los Estados Unidos, presidido por Lyndon B. Johnson, y arduas negociaciones entre las partes.
El Acta final posteriormente formó parte, en 1973, del preámbulo del “Tratado entre la República del Paraguay y la República Federativa del Brasil para el aprovechamiento hidroeléctrico de los recursos hidráulicos del río Paraná, pertenecientes en condominio a los dos países, desde e inclusive el Salto del Guairá o Salto Grande de las Sete Quedas hasta la boca del río Yguazú” o Tratado de Itaipú.
II.- Breve recuento histórico
Durante la puesta en marcha de lo dispuesto por el Tratado de Límites de 1927, que completaba los trabajos de demarcación fronteriza iniciados en 1872, los brasileños advirtieron el enorme potencial hidroeléctrico que significaban las cataratas del Salto del Guairá. A instancias del Brasil, un nuevo Protocolo, en 1930 obligó a reabrir la demarcación ya pactada en 1872.
Los trabajos coincidieron con la guerra que libraba el Paraguay en el Chaco. Según investigaciones del notable intelectual Efraín Cardozo, fue en esa ocasión “…que el Brasil, por primera vez, articuló pretensiones sobre la totalidad de los Saltos, exhibiendo un mapa que carece de todo valor jurídico para modificar el tratado” (Cardozo, Efraím. Los derechos del Paraguay sobre los Saltos del Guairá. 1965; publicado en ABC Digital el 23 de diciembre de 2008).
Aunque las nuevas demarcaciones no afectaron la propiedad del salto situado en territorio paraguayo, un estudio realizado en 1962 por una oficina técnica de São Paulo propuso su exclusiva explotación, desviando por territorio brasileño el río Paraná.
Los resultados fueron más auspiciosos, en mayo de 1965, cuando tropas del Gobierno del mariscal Humberto Castello Branco, para controlar el accidente natural, invadió una pequeña localidad paraguaya conocida como Puerto Renato. Excepto el derrocado presidente João Goulart, quien se comprometió con el Gobierno paraguayo el 19 de enero de 1964 a una explotación conjunta, no estaba en el interés del nuevo régimen honrar el compromiso. Aunque desoídos, los técnicos advertían que sin el concurso del río Paraná era inviable un aprovechamiento satisfactorio.
Todos los reclamos diplomáticos del Paraguay por la invasión fueron estériles. Impertérritos, los conquistadores alegaban estar en sus dominios conforme al Tratado de 1872.
La negativa duró hasta que el canciller americano Dean Rusk, en mayo de 1966, visitó el Paraguay. El diplomático, enterado del problema, consiguió que las partes se reúnan. La reunión se concretó en Foz de Yguazú el 21 y 22 de junio de 1966. En plena guerra fría, para la política de seguridad nacional de los Estados Unidos, que acababa de superar la crisis de los misiles nucleares soviéticos instalados en Cuba en 1962, las confrontaciones entre aliados no contribuían a la estabilidad del hemisferio occidental.
Como cuestión central para acordar el Acta final fue necesario que Paraguay aceptara como un condominio el Salto del Guairá. Se repetía la historia. Una vez firmado el acuerdo, las tropas brasileñas abandonarían el territorio nacional.
Más adelante el agua embalsada, contenida por la represa y que borraba todo vestigio visible de las cataratas del Salto, sumergía en el fondo del río Paraná la principal riqueza natural del Paraguay y una de las siete maravillas del mundo.
III.- El Tratado de Itaipú de 1973
Años después, el 26 de abril de 1973, el Tratado de Itaipú creaba, en igualdad de derechos y obligaciones, la entidad binacional Itaipú.
El tratado, redactado a la medida de los intereses de Brasil, fue un acontecimiento muy festejado por el periodista Murilo Melo Filho de la revista Manchete, quien lo calificó como “una victoria bien brasileña”.
Por otro lado, Carlos Augusto Saldívar, vocero de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Asuntos Internacionales del Senado paraguayo, uno de sus gestores, justificando la abdicación proclamaba que “… la integridad territorial y la soberanía de la República están a salvo en todo momento” (Enríquez, Efraín. Itaipú. Aguas que valen oro. 2007. p. 90).
Desde la Guerra del Chaco no se tenían noticias de la pérdida de una comarca paraguaya de unos 500 kilómetros cuadrados –que contenía una de las siete maravillas del mundo, la población originaria, la fauna y la flora– para beneficio de una empresa en apariencias binacional. Se sumaba a la desventura el bloqueo del río Paraná por el gran muro de la futura represa, que extremaba la condición mediterránea del Paraguay.
Con la promulgación de la Ley Nº 389 del 17 de julio de 1973, que aprobaba el Tratado, se formalizó el derecho de adquisición para la entrega del excedente energético al socio condómino a cambio de una irrisoria compensación que, no obstante, debía abonar la propia Itaipú para que la Eletrobrás pueda aprovecharla gratuitamente. Como burla sutil y disimulada, se imponía una autocompensación.
En menos de una década Brasil lo que no pudo lograr con la invasión militar, gracias a la defección de nuestros negociadores y la mayoría oficialista del Congreso, manipulados desde el Palacio de los López, consiguió el objetivo de apropiarse de Itaipú.
Para concretar la entrega se modificaron cláusulas esenciales del Acta final. Entre ellas:
- El derecho de preferencia, reconocido a las partes, para la adquisición de la energía no utilizada, fue modificado por el derecho de adquisición;
- El justo precio que debía abonarse por esta misma energía fue substituido por una compensación;
- El pago de la compensación, asegurando la gratuidad de la energía cedida, se le responsabilizó a Itaipú;
- La autorización a las Altas Partes Contratantes para asumir protocolos adicionales y actos unilaterales y de otras medidas necesarias relacionadas a los aspectos de policía y seguridad, sirvió de argumento legal a la margen izquierda, violando la soberanía nacional, para intervenir en la margen derecha;
- La distribución asimétrica, por notas reversales entre los gobiernos, de los cargos de directores y directores adjuntos. Los de mayor importancia, que gobernaban la entidad, tales como la Dirección General, la Dirección Técnica y la Dirección Financiera, para los brasileños. Las otras direcciones, como las de Coordinación, la Administrativa y la Jurídica, todas ellas accesorias sin trascendencia, para los paraguayos.
Es posible que los representantes oficialistas del Congreso Nacional no hayan estudiado a profundidad el tratado que ratificaron o tal vez pudo más el temor a desviarse del libreto impuesto desde la cúspide del poder.
De otro modo no tiene explicación de por qué se aprobó tanta calamidad que reñía contra el fin y el objeto de un acuerdo que debiera repartir equitativamente la producción.
Cuarenta años después la prueba está a la vista. Solo el 7% del producto pudo ser aprovechado por el Paraguay; por la energía cedida, valorado en el mercado brasileño a unos US$ 85 el megavatio hora, el país recibió apenas una media de unos US$ 2,5 por el megavatio hora.
Esa es la medida de la asimetría y del fraude, repetido en Itaipú por nuestros ocasionales socios, que los incautos debieran conocer.
Realidad
La realidad es otra y debe ser conocida, especialmente por aquellos funcionarios con algún compromiso con la política exterior del país.
Defección
En menos de una década, lo que no pudo lograr con la invasión militar, Brasil, gracias a la defección de nuestros negociadores, consiguió apropiarse de Itaipú.
Pruebas
Cuarenta años ... Solo el 7% del producto pudo ser aprovechado por el Paraguay; por la energía cedida... el país recibió apenas una media de unos US$ 2,5 por MWh.
(*) Autor de los libros “Itaipú, la apropiación indebida”, “Itaipú, una victoria bien brasileña”, “Itaipú, historia de un fraude” y “Crónica de una entrega”.
juanantoniopozzo@gmail.com

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