La pérdida del Salto del
Guairá (Publicado en ABC Color 8 de marzo de 2020)
1. En el año 1982, la represa
de Itaipú hizo desaparecer en el lecho del río Paraná el patrimonio natural más
importante del Paraguay, de un valor excepcional: El Salto del Guairá. Para tan infausto suceso el Gobierno
paraguayo, sin ratificación parlamentaria, pactaba el condominio del Salto con
el Gobierno brasileño en el Acta Final de Foz de Yguazú del 22 de junio de 1966.
La figura del condominio, que hacía copropietario al Brasil de las cataratas
del Salto, impedía cualquier traba para su desaparición, acorde al proyecto de
explotación hidroeléctrica del río Paraná programado en el Acta Final.
Hundiendo el Salto del Guairá para su provecho, Itamaratí resolvía la incómoda
ocupación militar de territorio paraguayo.
El área inundada por la
represa, unos 1.350 kilómetros, dejó en el lecho del río Paraná el Salto del
Guairá, la contigua selva Atlántica y la fauna causando el desarraigo de su
hábitat a decenas de comunidades guaraníes. Crónicas recientes señalaban la
calamidad ecológica que afectaba profundamente a los pueblos originarios del
Paraguay: “Aldeas enteras fueron inundadas, viviendas fueron destruidas y redes
de parentesco fueron afectadas. La obra afectó lugares históricos y sagrados
como el famoso Salto del Guairá, además de cementerios y sitios arqueológicos
que sirven de referencia a la ocupación indígena en la región”.
El desastre coincidió con el
fin de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza. En los nuevos límites impuestos
en 1872 por el Imperio del Brasil a la región oriental del Paraguay, no estaba
en discusión la soberanía paraguaya del Salto del Guairá. El enclave, en
territorio continental del Paraguay, estaba emplazado en aguas del río Paraná represadas
por la cordillera del Mbaracayú.
El siguiente acuerdo, el Tratado
Complementario de 1927, ya proclamado el Brasil en República, definía el
trazado limítrofe de la región occidental de Paraguay. Dicho tratado, dio
origen al Protocolo de 1930 cuyo principal objetivo consistía en colocar bajo
soberanía brasileña el Salto del Guairá caracterizado por su enorme potencial
hidroeléctrico.
Al respecto, los trabajos de
la Comisión Mixta de Brasil y Paraguay, entre 1958-1963, fueron contundentes: establecieron
fuera de toda duda que las altas cumbres del Mbaracayú dejaban la totalidad de
las cataratas del Salto en territorio paraguayo.
A pesar de todas las razones
técnicas y jurídicas Itamaratí, por nota del 19 de setiembre de 1962, declaraba
como propiedad de Brasil el Salto del Guairá. Confirmando la apropiación
indebida, el ejército brasileño ocupó en junio de 1965 el Salto del Guairá.
En la nota del 14 de diciembre
de 1965 la Cancillería paraguaya rechazaba la ocupación militar: “que estando
(la zona ocupada por un destacamento militar del Brasil) al sur de la cumbre del
Mbaracayú, es territorio paraguayo”.
Más, la incómoda verdad quedó resuelta
en el Acta Final de Foz de Yguazú de 1966, un documento diplomático diseñado por
Itamaratí para otorgar al Gobierno brasileño, con la anuencia del Gobierno
paraguayo, el condominio del Salto del Guairá. Un despojo más al Paraguay
impuesto al pusilánime régimen gobernante.
El 21 de agosto de 1972 el
Gobierno paraguayo a través de la Cancillería, como anticipo al Tratado de Itaipú
de 1973, viró abruptamente al dar a conocer
una nueva doctrina: “que no existe una divisoria natural entre el territorio
del Paraguay y de Brasil en la región del Salto del Guairá”. Pero el escamoteo oficial
del Salto, fue concretado finalmente el 26 de abril de 1973 en el leonino
Tratado de Itaipú, ratificado por la mayoría oficialista del Congreso Nacional.
Era el modo en que la República Federativa de Brasil, después de un siglo, “corregía”
la negligencia imperial que reconocía la soberanía paraguaya del Salto del
Guairá.
El Salto del Guairá, hasta
1982, conformaba las mayores cascadas del mundo por volumen de agua. Con
millones de litros de agua por segundo, sus dieciocho torrentes duplicaban el
volumen de las Cataratas del Niágara y superaban en doce veces las Cataratas
Victoria. Situado en territorio continental paraguayo, con los dieciocho torrentes
que alimentaban el río Paraná conformaban siete grupos. El mayor alcanzaba unos
cuarenta metros de altura y su sonido se escuchaba a decenas de kilómetros.
El Tratado de Itaipú de 1973, que
confería al Brasil el control de la empresa binacional y su producción
hidroeléctrica, condenó al Salto a desaparecer bajo el lago artificial formado
por la represa. Durante los nueve años que duraron los trabajos millares de
turistas, curiosos y vecinos se agolpaban para contemplar por última vez esta
maravilla esculpida por la naturaleza.
Según crónicas de la época, en
enero de 1982, el colapso de visitantes al ahora “condómino Salto” era tal que
el puente colgante Roosevelt de 90 metros de largo, desde donde se obtenían las
mejores vistas, no pudo aguantar el peso. El día 17, los cables de acero se
rompieron justo por la mitad del puente pereciendo treinta y dos personas al
caer al río.
El 13 de octubre de 1982,
finalizada la represa, el cierre de las compuertas comenzó a sepultar uno de
los mayores espectáculos del planeta. En catorce días las cataratas del Salto habían
desaparecido para siempre.
La nueva maravilla de la
ingeniería humana, la represa hidroeléctrica de Itaipú, una de las siete maravillas
del mundo moderno según la revista American Society of Civil Engineers, es la
mayor productora de energía del planeta, superando en 2015 y 2016 a la presa Tres
Gargantas de la China continental (más de 103 millones de megavatios por hora
en 2016).
Este prodigio de la ingeniería,
había instalado a la República Federativa de Brasil en el privilegiado grupo de
los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), países emergentes que se caracterizan
por tener una gran población, un extenso territorio y un fuerte crecimiento económico
y singular destaque en el ámbito internacional.
No ocurrió lo mismo en el
Paraguay y su cuantioso excedente energético. Cedido a costo de ganga a la
Eletrobras era comercializado a precio mayúsculo en el mercado brasileño. Esta
diferencia significó, cotejado en diferentes mercados, una media de US$ 75.400
millones que dejó de recibir el Paraguay por su excedente (Miguel Cartes,
fundador y director de DEMOS- Centro para la Democracia, la Creatividad y la Inclusión
Social).
Si no fuese por el crimen
ecológico sufrido con la pérdida del Salto del Guairá, sustraído del Paraguay por
Brasil, un destino más próspero tocaba al país. Al respecto, recientemente la
revista digital colombiana Corrientes, señalaba : “Cada año, unos 30 millones
de turistas llegan a la Cataratas del Niágara ataviados con sus cámaras y toda
clase de lente y con los más modernos celulares capaces de captar cualquier
detalle en esta fuente inagotable de curiosidades. Los visitantes son propios
y diversas partes del mundo. El lugar ha servido
para la filmación de películas y la realización de investigaciones científicas”.
Desvanecido el Salto del
Guairá, la convicción de Paraguay para mejorar su bienestar y prosperidad
continúa amputada.
Job daba en el clavo al señalarnos:
25- “Y otro muere en amargura de alma sin algunos bienes”; 26- “Y con todo eso
dormirán juntos en el polvo, y gusanos los cubrirán.”
2. El caso de la represa
Itaipú, de poco provecho para el Paraguay, que dejara en las aguas del río
Paraná el ecosistema, estropeara recursos naturales de una de las regiones no
intervenidas agresivamente por el hombre y desplazara comunidades enteras de
pueblos originarios, es emblemático.
Con el hundimiento del Salto
del Guairá, el daño socioeconómico causado al Paraguay en beneficio exclusivo
del Brasil, solo es comparable con la diagonal de sangre propiciada por la
Triple Alianza (Brasil, Argentina, Uruguay) y culminara en el holocausto del
70.
Entre tanto, la represa de
Itaipú solo benefició a contados clientes políticos del Paraguay. Coincidente
con el informe de la Comisión Mundial Sobre las Represas, destacamos que la
Central Hidroeléctrica Itaipú:
- Afectan derecho de propiedad
o uso territorial de comunidades ancestrales;
- Impactan sobre la pesca
ribereña para consumo diario;
- Restringen el acceso a la
libre navegación del río Paraná;
- Alteran
el ciclo natural del río Paraná;
- Interrumpen la migración y
reproducción de especies acuáticas;
- Promueven la deforestación y
pérdida de biodiversidad;
- Fracturan la forma de vida y
cultura de la población;
- Propician el contrabando y
la irrupción de foráneos en la región, y
- Atentan contra las áreas
protegidas, de conservación y de amortiguamiento.
Las grandes represas como
Itaipú tienen un costo elevado para la sociedad y el medio ambiente y
consecuencias económicas a largo plazo debido principalmente a la desaparición
del potencial turístico de las cataratas del Salto, a la inundación de tierras
agrícolas y bosques. El proyecto Itaipú no compensó al Paraguay su pérdida del
Salto del Guairá ni las pérdidas de las personas afectadas. No mitigó el
impacto ambiental. Raras veces los habitantes del país han podido opinar sobre su
realización, tampoco recibieron una porción justa de los beneficios.
De más está decir que la
corrupción jugó un papel clave. Una represa como Itaipú requiere una enorme
inversión inicial, los funcionarios gubernamentales y los políticos fácilmente
se apropiaron de una importante porción. Lamentablemente, las cataratas del
Salto del Guairá, como todo ecosistema intacto, no tienen precio.
General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno
juanantoniopozzo@gmail.com
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