lunes, 9 de marzo de 2020

Itaipú nace como consecuencia de un crimen ecológico


La pérdida del Salto del Guairá (Publicado en ABC Color 8 de marzo de 2020)
1. En el año 1982, la represa de Itaipú hizo desaparecer en el lecho del río Paraná el patrimonio natural más importante del Paraguay, de un valor excepcional: El Salto del Guairá.  Para tan infausto suceso el Gobierno paraguayo, sin ratificación parlamentaria, pactaba el condominio del Salto con el Gobierno brasileño en el Acta Final de Foz de Yguazú del 22 de junio de 1966. La figura del condominio, que hacía copropietario al Brasil de las cataratas del Salto, impedía cualquier traba para su desaparición, acorde al proyecto de explotación hidroeléctrica del río Paraná programado en el Acta Final. Hundiendo el Salto del Guairá para su provecho, Itamaratí resolvía la incómoda ocupación militar de territorio paraguayo.
El área inundada por la represa, unos 1.350 kilómetros, dejó en el lecho del río Paraná el Salto del Guairá, la contigua selva Atlántica y la fauna causando el desarraigo de su hábitat a decenas de comunidades guaraníes. Crónicas recientes señalaban la calamidad ecológica que afectaba profundamente a los pueblos originarios del Paraguay: “Aldeas enteras fueron inundadas, viviendas fueron destruidas y redes de parentesco fueron afectadas. La obra afectó lugares históricos y sagrados como el famoso Salto del Guairá, además de cementerios y sitios arqueológicos que sirven de referencia a la ocupación indígena en la región”.
El desastre coincidió con el fin de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza. En los nuevos límites impuestos en 1872 por el Imperio del Brasil a la región oriental del Paraguay, no estaba en discusión la soberanía paraguaya del Salto del Guairá. El enclave, en territorio continental del Paraguay, estaba emplazado en aguas del río Paraná represadas por la cordillera del Mbaracayú.
El siguiente acuerdo, el Tratado Complementario de 1927, ya proclamado el Brasil en República, definía el trazado limítrofe de la región occidental de Paraguay. Dicho tratado, dio origen al Protocolo de 1930 cuyo principal objetivo consistía en colocar bajo soberanía brasileña el Salto del Guairá caracterizado por su enorme potencial hidroeléctrico.
Al respecto, los trabajos de la Comisión Mixta de Brasil y Paraguay, entre 1958-1963, fueron contundentes: establecieron fuera de toda duda que las altas cumbres del Mbaracayú dejaban la totalidad de las cataratas del Salto en territorio paraguayo.
A pesar de todas las razones técnicas y jurídicas Itamaratí, por nota del 19 de setiembre de 1962, declaraba como propiedad de Brasil el Salto del Guairá. Confirmando la apropiación indebida, el ejército brasileño ocupó en junio de 1965 el Salto del Guairá.
En la nota del 14 de diciembre de 1965 la Cancillería paraguaya rechazaba la ocupación militar: “que estando (la zona ocupada por un destacamento militar del Brasil) al sur de la cumbre del Mbaracayú, es territorio paraguayo”.
Más, la incómoda verdad quedó resuelta en el Acta Final de Foz de Yguazú de 1966, un documento diplomático diseñado por Itamaratí para otorgar al Gobierno brasileño, con la anuencia del Gobierno paraguayo, el condominio del Salto del Guairá. Un despojo más al Paraguay impuesto al pusilánime régimen gobernante.
El 21 de agosto de 1972 el Gobierno paraguayo a través de la Cancillería, como anticipo al Tratado de Itaipú de 1973, viró abruptamente al dar  a conocer una nueva doctrina: “que no existe una divisoria natural entre el territorio del Paraguay y de Brasil en la región del Salto del Guairá”. Pero el escamoteo oficial del Salto, fue concretado finalmente el 26 de abril de 1973 en el leonino Tratado de Itaipú, ratificado por la mayoría oficialista del Congreso Nacional. Era el modo en que la República Federativa de Brasil, después de un siglo, “corregía” la negligencia imperial que reconocía la soberanía paraguaya del Salto del Guairá.
El Salto del Guairá, hasta 1982, conformaba las mayores cascadas del mundo por volumen de agua. Con millones de litros de agua por segundo, sus dieciocho torrentes duplicaban el volumen de las Cataratas del Niágara y superaban en doce veces las Cataratas Victoria. Situado en territorio continental paraguayo, con los dieciocho torrentes que alimentaban el río Paraná conformaban siete grupos. El mayor alcanzaba unos cuarenta metros de altura y su sonido se escuchaba a decenas de kilómetros.
El Tratado de Itaipú de 1973, que confería al Brasil el control de la empresa binacional y su producción hidroeléctrica, condenó al Salto a desaparecer bajo el lago artificial formado por la represa. Durante los nueve años que duraron los trabajos millares de turistas, curiosos y vecinos se agolpaban para contemplar por última vez esta maravilla esculpida por la naturaleza.
Según crónicas de la época, en enero de 1982, el colapso de visitantes al ahora “condómino Salto” era tal que el puente colgante Roosevelt de 90 metros de largo, desde donde se obtenían las mejores vistas, no pudo aguantar el peso. El día 17, los cables de acero se rompieron justo por la mitad del puente pereciendo treinta y dos personas al caer al río.
El 13 de octubre de 1982, finalizada la represa, el cierre de las compuertas comenzó a sepultar uno de los mayores espectáculos del planeta. En catorce días las cataratas del Salto habían desaparecido para siempre.
La nueva maravilla de la ingeniería humana, la represa hidroeléctrica de Itaipú, una de las siete maravillas del mundo moderno según la revista American Society of Civil Engineers, es la mayor productora de energía del planeta, superando en 2015 y 2016 a la presa   Tres Gargantas de la China continental (más de 103 millones de megavatios por hora en 2016).
Este prodigio de la ingeniería, había instalado a la República Federativa de Brasil en el privilegiado grupo de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), países emergentes que se caracterizan por tener una gran población, un extenso territorio y un fuerte crecimiento económico y singular destaque en el ámbito internacional. 
No ocurrió lo mismo en el Paraguay y su cuantioso excedente energético. Cedido a costo de ganga a la Eletrobras era comercializado a precio mayúsculo en el mercado brasileño. Esta diferencia significó, cotejado en diferentes mercados, una media de US$ 75.400 millones que dejó de recibir el Paraguay por su excedente (Miguel Cartes, fundador y director de DEMOS- Centro para la Democracia, la Creatividad y la Inclusión Social).
Si no fuese por el crimen ecológico sufrido con la pérdida del Salto del Guairá, sustraído del Paraguay por Brasil, un destino más próspero tocaba al país. Al respecto, recientemente la revista digital colombiana Corrientes, señalaba : “Cada año, unos 30 millones de turistas llegan a la Cataratas del Niágara ataviados con sus cámaras y toda clase de lente y con los más modernos celulares capaces de captar cualquier detalle en esta fuente inagotable de curiosidades. Los visitantes son propios y   diversas partes del mundo. El lugar ha servido para la filmación de películas y la realización de investigaciones científicas”.
Desvanecido el Salto del Guairá, la convicción de Paraguay para mejorar su bienestar y prosperidad continúa amputada.
Job daba en el clavo al señalarnos: 25- “Y otro muere en amargura de alma sin algunos bienes”; 26- “Y con todo eso dormirán juntos en el polvo, y gusanos los cubrirán.”
2. El caso de la represa Itaipú, de poco provecho para el Paraguay, que dejara en las aguas del río Paraná el ecosistema, estropeara recursos naturales de una de las regiones no intervenidas agresivamente por el hombre y desplazara comunidades enteras de pueblos originarios, es emblemático.
Con el hundimiento del Salto del Guairá, el daño socioeconómico causado al Paraguay en beneficio exclusivo del Brasil, solo es comparable con la diagonal de sangre propiciada por la Triple Alianza (Brasil, Argentina, Uruguay) y culminara en el holocausto del 70.
Entre tanto, la represa de Itaipú solo benefició a contados clientes políticos del Paraguay. Coincidente con el informe de la Comisión Mundial Sobre las Represas, destacamos que la Central Hidroeléctrica Itaipú:
- Afectan derecho de propiedad o uso territorial de comunidades ancestrales;
- Impactan sobre la pesca ribereña para consumo diario;
- Restringen el acceso a la libre navegación del río Paraná;
- Alteran el ciclo natural del río Paraná;                              
- Interrumpen la migración y reproducción de especies acuáticas;
- Promueven la deforestación y pérdida de biodiversidad;
- Fracturan la forma de vida y cultura de la población;
- Propician el contrabando y la irrupción de foráneos en la región, y
- Atentan contra las áreas protegidas, de conservación y de amortiguamiento.
Las grandes represas como Itaipú tienen un costo elevado para la sociedad y el medio ambiente y consecuencias económicas a largo plazo debido principalmente a la desaparición del potencial turístico de las cataratas del Salto, a la inundación de tierras agrícolas y bosques. El proyecto Itaipú no compensó al Paraguay su pérdida del Salto del Guairá ni las pérdidas de las personas afectadas. No mitigó el impacto ambiental. Raras veces los habitantes del país han podido opinar sobre su realización, tampoco recibieron una porción justa de los beneficios.
De más está decir que la corrupción jugó un papel clave. Una represa como Itaipú requiere una enorme inversión inicial, los funcionarios gubernamentales y los políticos fácilmente se apropiaron de una importante porción. Lamentablemente, las cataratas del Salto del Guairá, como todo ecosistema intacto, no tienen precio.
                                                General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno
                                                          juanantoniopozzo@gmail.com


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