08 DE MAYO DE 2016
| ITAIPÚ Y EL PRECIO DEL SILENCIOSomos lo que fuimos, seremos lo que somos
Los navarros son vascos aunque muchos ya no quieren admitirlo contagiando la idea a los españoles de que no lo son. No obstante, los hechos demuestran que durante la mayor parte de la historia, Navarra y Vascongada han mantenido lazos muy especiales y los navarros se han sentido muy complacidos con el nombre de vascos con que son conocidos allende las fronteras.
El dicho vasco “izan ginena gara, garena izango gara” (somos lo que fuimos seremos lo que somos) es cierto al no poner en duda la vasquidad de los navarros.
Por otra lado, para Carlos Alberto Montaner Suris (13 de abril de 1943) –periodista, escritor y político cubano de nacionalidad española y estadounidense, con varios premios relevantes– la sociedad americana fue forjada con valores, creencias y costumbres aportadas por los inmigrantes.
Ellos eran el temor al dios de los cristianos, el autogobierno, la responsabilidad personal, la rectitud de carácter, el individualismo, el aprecio por la propiedad privada y la libre empresa, la democracia representativa, la meritocracia, el trabajo intenso y la sujeción al imperio de unas leyes que teóricamente afectaban a todos los habitantes por igual.
Según nos señala el escritor, este segmento de la población, más pequeño con cada ola migratoria, logró conformar los grandes empresarios, académicos, científicos y políticos exitosos. Una enorme comunidad positiva que construía identidad norteamericana.
Para Montaner, el discurso proselitista de Donald Trump trata de representar a ese Estados Unidos que ya no existe, como temía Samuel Phillips Huntington (1927-2008) notable autor de El orden político; La tercera ola; Choque de civilización; ¿Quiénes somos? Huntington, era temeroso de los hispanos, en particular de los mexicanos, por su decisivo peso demográfico afirmando que cualquier sociedad acaba siendo el de la mayoría de las personas que la componen.
Experiencia paraguaya
La presencia humana en Paraguay se remonta hasta el neolítico, unos 3.200 años antes de Cristo. Durante el periodo precolombino estuvo habitado por los pueblos originarios guaraníes, tupí-guaraní y otros similares.
La llegada de los españoles marcó el inicio del dominio hispánico sobre la nación guaraní hasta el siglo XIX.
El Paraguay independiente, desde 1811, construyó una nación enmarcada en una economía que acrecentó su progreso y bienestar, hasta su destrucción por envidiosos vecinos coaligados en la Triple Alianza.
Derrocada la autocracia en 1989, fue establecido un periodo democrático que sigue vigente hasta la actualidad.
Sin embargo, en un escenario más abierto, predomina en el Paraguay actual, lamentablemente, no los valores ancestrales que servían de sostén al bien común y al ser nacional. Hoy manda la plata, el poder del dinero que generosamente Itaipú y Yacyretá repartió entre unos cuantos privilegiados de conducta apátrida, sin solución de continuidad.
Por otro lado, los gobiernos de turno prefieren el statu quo que los hace ricos.
Al respecto, últimamente, ABC Color editorializó que “…las dictaduras militares que detentaban los gobiernos de nuestro país y de la República Federativa del Brasil firmaron el Tratado de Itaipú, una vil moneda que, en una de sus caras registraba la sumisión vergonzosa de los derechos de un Estado soberano y, en la otra, un indignante acto de explotación colonialista del subimperio brasileño en pleno siglo XX. Hoy, 43 años después, ya en los umbrales del vencimiento del plazo de medio siglo, que también establece este convenio para revisar sus expoliantes disposiciones, denunciamos, una vez más, que en Itaipú los gobiernos de turno del Brasil, fuesen del signo que fueren, robaron y continúan robando al Paraguay”.
De la resolución de este indigno contrato –¿no somos acaso mayoría?– depende que seamos siempre los que fuimos.
(*) Juanantoniopozzo@gmail.com
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