16 DE OCTUBRE DE 2016
| INCOMPETENTES EN PRIMER LUGARNo podemos seguir así
Durante una corta caminata en el barrio que habito, en las proximidades del Jardín Botánico, en un tramo en el que se inicia la congestionada avenida Artigas, me topeto con la cotidiana realidad.
Mientras un trabajador de los alrededores me abordaba por un puesto de limpieza para una pariente carenciada, otro, un joven reciclador de basura, inactivo en sus quehaceres, pedía para pagar su pasaje en el colectivo. El último, más joven que el anterior, aunque ambos en edad militar, escarbaba empeñoso en una canasta de basuras. Completaba el cuadro un grupo de paupérrimas niñas, que transitaban inocentes en dicharachero retozo.
La rutina barrial coincidía con el Día Internacional de la Niña, calendarizado en 2011 por la ONU.
La organización global reclamaba para este año la “Igualdad de las niñas”, advirtiendo sobre “las desventajas y la discriminación que pesan todos los días sobre las jóvenes”.
Su secretario general, Ban Ki-moon, con vivas protestas expresaba que “con harta frecuencia, en las aldeas, los barrios marginales y los campamentos de refugiados de todo el mundo, las niñas se quedan atrás: no reciben alimentos nutritivos, ni atención médica, ni una educación de calidad y se ven expuestas a la violencia sexual… niñas que viven en la pobreza extrema; las niñas de las zonas rurales aisladas; las niñas con discapacidad; las niñas de las comunidades indígenas; las niñas refugiadas o las que han sido desplazadas dentro de sus propios países”.
No pude dejar de contrastar la tragedia de tantos jóvenes –resumidas magistralmente por el señor secretario general de la ONU– con los florecientes comercios de la colapsada avenida que ofrecía en sus veredas lujosos automóviles.
Los unos, pobres de solemnidad. Por el otro lado, surtidos negocios.
Son aspectos de la realidad paraguaya que no se compadece de su abundante riqueza hidroeléctrica.
Lamentablemente, los beneficios son para una muy pequeña y privilegiada clientela política. Son los oportunistas, defensores a ultranza de la política del statu quo, que indiferentes vegetan en sus millonarios cargos sin cuestionar nada. Para la permanencia de estos incompetentes en los principales órganos de administración solo basta una oportuna contorsión ante el poder de turno. La idoneidad no es requisito. Finiquitados en sus encargos, no acaban de entender la misión básica de las hidroeléctricas, su implicancia legal y su compromiso con la prosperidad del país. Es más, no deja de ser preocupante esta orfandad criminal que se desentiende del Estado nacional.
Como primordial referente, Itaipú no es más que una fábrica de electricidad, gestionada y gobernada por brasileños. Aparte de nuevos ricos, la entidad también fabrica, aunque con honrosas excepciones, corrompidos funcionarios.
La mayor productora mundial de energía, solo de nombre, es una empresa binacional construida para el aprovechamiento conjunto, entre Paraguay y Brasil, de las aguas del río Alto Paraná. Es, en realidad, una sociedad administrada y controlada en beneficio de los intereses brasileños –particularmente de la multinacional Eletrobras– donde la cogestión paritaria es una ficción.
En más de treinta años de funcionamiento, Paraguay solo pudo aprovechar el 7% de la producción. Ello explica por qué sus administradores paraguayos solo califican en sus funciones de aplicados oyentes.
Los funcionarios nacionales que negociaron el Tratado y que declinan gestionar la empresa a favor de la nación son los principales responsables de esta vergonzosa situación.
Recuperar esta riqueza, la principal del Paraguay del poder de los brasileños no es solo un deber de todo paraguayo de bien. Es una obligación patriótica su pronta liberación.
Es totalmente inadmisible, en un país rico como el nuestro, que la incompetencia no pare de contribuir con las preocupaciones de Ban Ki-moon.
juanantoniopozzo@gmail.com
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