lunes, 25 de mayo de 2020

Los fondos sociales o el lucro prohibido


    Fondos sociales sin control a costa del consumidor
Itaipú es una fábrica que produce electricidad utilizando las aguas provenientes del río Paraná, límite entre Paraguay y Brasil. Según el Tratado de Itaipú de 1973, el producto o electricidad generado en la usina hidroeléctrica corresponde la mitad a Brasil y la otra mitad a Paraguay.
Sin embargo, pese a los términos del Tratado, una realidad manifiesta nos señala que menos del 8% de la producción total de la hidroeléctrica binacional está disponible para el Paraguay. En efecto, con la cesión a la Eletrobras a precio irrisorio de la energía paraguaya no utilizada -en promedio dos producciones anuales de Yacyretá- el Brasil tiene a su disposición más del 92% de la producción generada por la usina de Itaipú.
La cesión de la energía paraguaya de Itaipú a la Eletrobras ha ocasionado un perjuicio al Paraguay de unos US$ 75.400 millones (Miguel Cartes, PhD, Centro para la democracia, la creatividad y la inclusión social).
Hasta el momento la inconclusa obra hidroeléctrica, carente de esclusa de navegación, ha demandado aproximadamente US$ 80 mil millones a ser cancelados en el año 2023 (J.A. Pozzo, Crónica de un despojo). Aparte de pagar por la obra, Itaipú Binacional está obligado por el Tratado a desembolsar regalías en partes iguales a ambos socios, estas regalías son las utilidades del capital, los royaltíes y los resarcimientos.
No obstante, Itaipú para su funcionamiento requiere asignar recursos para   los gastos de explotación que junto a las regalías satisfarán los compromisos anuales asumidos que se mantienen invariables desde el 2009.  
Las deudas por la obra, los gastos de explotación, el pago de los intereses del capital, los royalties y los resarcimientos por administración y supervisión de la central hidroeléctrica suman US$ 3.291 millones. Estas erogaciones anuales representan al Costo del Servicio de Electricidad de Itaipú que son obtenidos comercializando 145,6 millones de kW de potencia a, una tarifa de 22,60 el kW. Según el Tratado, los ingresos deben ser igual a los egresos siendo prohibido el lucro.
Cuando el ingreso supera a los gastos, la tarifa pagada por los consumidores sufre un aumento. Con esta estrategia a costilla de los clientes, que sube el Costo del Servicio de Electricidad, Itaipú consigue ilegalmente pingues beneficios o   lucros prohibidos por el Tratado.
Este lucro, camuflado como fondos sociales, aumenta el costo anual del servicio entre US$ 70 millones y US$ 100 millones.
Los fondos sociales, que no son auditados por los órganos de control estatal, integran los gastos de explotación en permanentemente crecimiento. 
Los gastos de explotación, de menos de US$ 400 millones últimamente han aumentado a más de US$ 800 millones. Este incremento, perversamente inflado a costa de otros compromisos, no condice con la realidad. Con mucho menos este rubro puede mantener, hacer funcionar la usina, pagar seguros, salarios y atenuar progresivamente los perjuicios ocasionados a las comunidades de las áreas inundadas.
Es sabido que el uso de los fondos sociales, que no son parte de los presupuestos nacionales, inspira desconfianza debido a los afanes de la corrompida política siempre dispuesta a malversar fondos públicos.
                              General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno
                                          Juanantoniopozzo@gamil.com
                                                                                                                

domingo, 3 de mayo de 2020

Salto del Guiará hijo bastardo de Itamarati


                                   
                                   
                                  El robo del Salto de Guairá
1. Paraguay propietario absoluto del Salto del Guairá
Finalizada la Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza (República Argentina, Imperio del Brasil, Estado Oriental del Uruguay), el Imperio brasileño pudo imponer al Paraguay la cesión de sus territorios situados entre los ríos Apa y Blanco. Sin embargo, el Tratado de Límites del 9 de enero de 1872 mantenía al Salto del Guairá en la misma situación en que estaba en todo el transcurso de la historia, no hubo adjudicación al Imperio brasileño, ni partición, ni condominio alguno. El Salto, parte de la soberanía territorial del Paraguay, mantuvo invariable su situación jurídica nunca modificada por el Tratado de 1872. El Tratado, al no contener una declaración expresa, consolidaba los derechos del Paraguay. Es más, el Paraguay no necesitaba adjudicación alguna de lo que era suyo.
Las cancillerías estaban instruidas para que la línea demarcatoria comenzara en la orilla este del río Paraná, al otro lado del Salto. Los trabajos demarcatorios en el terreno en ningún momento adjudicaron el Salto del Guairá a la soberanía del Imperio brasileño.
2. Pretensiones de la República de Brasil
En el Tratado complementario de Límites Ibarra-Mangabeira de 1927,   fue acordado un protocolo para reabrir la demarcación de la frontera ya pactada en 1872. Formalizado el Protocolo Moreno-Mangabeira en 1930, el Brasil demostró pretensiones sobre la totalidad de las cataratas del Salto exhibiendo un mapa carente de toda validez.
Esta segunda demarcación, conforme al Protocolo Moreno-Mangabeira, se inició en 1933 (en plena guerra del Chaco).  Prolongada hasta el día de hoy, quedó comprobado que las altas cumbres del Mbaracayú, determinados en el Tratado de 1872, son las del ramal Norte y no las del Sur que perversamente gestiona el Brasil.
Desde 1956 el Brasil asumió medidas como propietario del Salto sin tener en cuenta los derechos del Paraguay. El país nunca fue consultado para el aprovechamiento hidroeléctrico del Salto del Guairá.
De acuerdo con los tratados vigentes (Convención de Ginebra de 1923; Convención de Montevideo de 1933) y de acuerdo a las normas internacionales resultantes de los convenios, declaraciones, doctrina y jurisprudencia que tratan sobre aguas internacionales como las del Salto, el Brasil no está facultado sin el consentimiento de Paraguay en la adopción de disposición alguna.
Saltos del Guairá y el subterfugio del Acta Final de Foz de Yguazú ...
Trabajo técnico incuestionable que significa la soberanía paraguaya sobre la totalidad de las cataratas del Salto del Guairá. (Representación sobre un plano horizontal de la cordillera del Mbaracayú confeccionada por la Comisión Nacional de Límites en base al levantamiento aerofotogramétrico realizado por la Comisión Mixta de Límites Paraguayo-Brasileña en 1959).
3. Apropiación indebida
La apropiación indebida, es una acción que va en contra de lo establecido en el Tratado de 1872 y lleva consigo una pena grave. En efecto, con motivo de los trabajos preliminares para el aprovechamiento de las Sete Quedas, el Paraguay formuló el 12 de marzo de 1962, por medio de su embajada en Río de Janeiro, una afirmación de los derechos nacionales sobre el Salto del Guairá. Los resultados de la demarcación en trámite implicarían “que esos derechos serían lesionados si fuera cierta la noticia de que el Gobierno de Brasil había dispuesto trabajos preliminares para el aprovechamiento integral de las Sete Quedas”.
El 19 de setiembre de 1962 el Brasil negaba al Paraguay todo derecho sobre las cataratas del Salto. No obstante, el Brasil informaba que para su explotación se debía buscar el consentimiento paraguayo. También afirmaba “ahora y siempre” no polemizar sobre el asunto.
La actitud brasileña probaba la carencia de todo título capaz de resistir una confrontación aunque estaba decidido a examinar la posibilidad de la participación paraguaya en la utilización de los recursos energéticos del Salto.
Nueve meses después, el 12 de junio de 1963, el Gobierno paraguayo instruyó a su Embajada de Río de Janeiro ratificar los derechos de Paraguay. Además, manifestaba su disposición para estudiar conjuntamente la utilización de la energía hidráulica o cualquier otro recurso proveniente del Salto.
Brasil insostenible en su posición, buscó en la Organización de los Estados Americanos, sin poder obtenerlo, la modificación del Tratado de Montevideo de 1933 al que juzgaba desacertado.
Tratando de rectificar una incómoda posición, el presidente Joao Goulart consiguió reunirse el 19 de enero de 1964 en su estancia Tres Marías, Mato Grosso del Sur, con el presidente Alfredo Stroessner. Se resolvió concertar un acuerdo bilateral para un aprovechamiento conjunto del Salto del Guairá o Sete Quedas. No obstante, no se formalizó el Protocolo previsto ni llegó a constituirse la Comisión Mixta. Tampoco Brasil renunció a su ambición de soberanía, una extraña situación en la que el propietario del Salto era conminado a declinar como dueño para ser parte de una explotación conjunta.
4. La solución militar
En la nota del 14 de diciembre de 1965 la Cancillería paraguaya rechazaba la ocupación militar brasileña del Salto del Guairá de junio de 1965.  Decía Sapena Pastor, “…que estando (la zona ocupada por un destacamento militar del Brasil) al sur de la cumbre del Mbaracayú, es territorio paraguayo”.
Con la complicidad del Gobierno paraguayo, quedó resuelto en el Acta Final de Foz de Yguazú del 22 de junio 1966. Un documento diplomático diseñado por Itamaratí para conferir al Gobierno brasileño, sin aprobación del parlamento paraguayo, la copropiedad o condominio del Salto del Guairá.
En el acta, el canciller brasileño general Juracy Magalhaes prometió al canciller paraguayo Raúl Sapena Pastor el aprovechamiento igualitario de la producción hidroeléctrica del río Paraná, un precio justo por la energía excedente y un derecho preferente para su adquisición lo que implicaba su venta a la mejor oferta preservando la soberanía energética paraguaya.
Ya se sabía que la fuente energética por excelencia, para satisfacer la demanda brasileña de más electricidad, provendría de las aguas del Paraná y no del Salto. Las otras fuentes disponibles no eran satisfactorias para Brasil. Las cataratas del Salto, bajo soberanía paraguaya, constituía un verdadero obstáculo a ser salvado a como dé lugar.
La copropiedad del Salto del Guairá daba lugar a su hundimiento, de momento solución fáctica que resolvía el problema limítrofe.
Más, la engañifa del acta funcionó perfectamente al conseguir Itamaratí hacer el otro dueño del Salto al Brasil. Ninguna de las otras promesas estipuladas en el documento fue cumplida, ni siquiera fueron estudiadas durante la redacción del Tratado de Itaipú de 1973.
5. La vía para entrega definitiva del Salto del Guairá
La Cancillería nacional, el 21 de agosto de 1972, proclamaba una nueva doctrina al declarar que no existe una divisoria natural entre el territorio del Paraguay y el del Brasil en la región del Salto del Guairá al ser una línea inexistente en el terreno. Esta doctrina entreguista demostraba que el Brasil no ha violado la frontera del Paraguay.
En esa misma línea en el Congreso, cuya mayoría buscaba la ratificación del Tratado de 1973 (p. 97 y 99 de “Aguas que valen oro” de Efraín Enriquéz Gamón), el senador Carlos Saldívar señalaba “Señor Presidente: Sabemos que además del Acta Final firmada en Foz de Yguazú hubo otro documento que fue un Memorándum que dio lugar a que su cumplimiento ‘terminase la ocupación militar de una suerte de territorio paraguayo…’ ”. Dicho senador, había expresado con anterioridad “porque no estamos seguros hasta ahora, qué es lo que siguió nuestro demarcador” generando dudas sobre los trabajos demarcatorios del capitán de fragata Domingo Antonio Ortiz, héroe de la Guerra del 70, Delegado demarcador.
Era la clase de funcionario que “defendía” los intereses del Paraguay.
El Tratado de Itaipú, ratificado por el Congreso el 17 de julio de 1973, entregó oficialmente al Brasil el Salto del Guairá.
6. Conclusión
La declaración del 21 de agosto de 1972, afirmando que la frontera en las proximidades del Salto no ha sido demarcada, es debido a que el Gobierno de Brasil ha venido retardando intencionalmente su demarcación. Esta postergación sistemática no denunciada, se apoya en la maniobra brasileña para proclamar que no hay fundamento para afirmar la ocupación del Salto del Guairá. Es más, el 15 de mayo de 1966, antes de la invasión, la cancillería brasileña declaraba que no permitirá la continuación de los trabajos de demarcación hasta que el Gobierno de Paraguay garantice que no tiene propósito alguno de alterar los límites.
Esta breve recopilación, sostenida en el monumental trabajo del doctor Efraím Cardozo, es propicio para recordar con gratitud al mayor de ingenieros Emilio Meza Guerrero de la Comisión Demarcadora de Límites. Al respecto del mayor Guerrero, decía el insigne profesor Efraím Cardozo en su discurso de agradecimiento por el homenaje recibido con motivo de la defensa de los derechos nacionales sobre el Salto del Guairá: “...digno continuador de la tradición de Félix de Azara. Aunque no han publicado sus estudios sobre este problema, tienen por sus trabajos, su saber y su patriotismo tanto o más derecho que nosotros a ocupar este estrado de honor”.
Por todo lo dicho el Salto del Guairá es el hijo bastardo de Itamaratí.
                                 General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno
                                     juanantoniopozzo@gmail.com

domingo, 22 de marzo de 2020

Un documento faguado para el robo


El Acta Final del 22 de junio de 1966 un plan siniestro de Itamaratí
Desde siempre, la adquisición de territorios fue una constante. La compra en 1867 de Alaska, de la Rusia Imperial, por los Estados Unidos fue uno de los negocios más rentables de la historia.
Hubo además otras obtenciones territoriales mediante tratados entre Estados, entre ellos, el de Adams-Onís de 1821 que traspasaba Florida y Oregón, de la Corona Española, a Estados Unidos.
Pero la mayoría de las adquisiciones territoriales fueron resultados de conflictos bélicos, tal el caso del Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848. En dicho tratado, Méjico cedió a los Estados Unidos casi la mitad de su territorio a cambio de una compensación por daños a territorio mejicano durante la guerra.
No ocurrió lo mismo con Paraguay después de la victoria aliada en 1870 (Brasil Argentina, Uruguay). El resultado fue catastrófico, el Paraguay perdió más de 120.000 kilómetros cuadrados de su territorio, casi toda la población y como deuda de guerra debía abonar como indemnización una cifra muy abultada para la época, por entonces £ 3.220.000.
También hay ejemplos de cesiones territoriales entre naciones europeas y asiáticas. La cesión de ciudades chinas a países como el Reino Unido, Francia, Rusia o Alemania es conocida, sobre todo el caso de Hong Kong.
Durante el siglo veinte, en lugar de ventas de territorio que modificaran las fronteras nacionales fueron más frecuentes las cesiones territoriales. La bahía de Guantánamo que Cuba cedió a Estados Unidos para la construcción de una base militar, es un ejemplo.
Esto sigue ocurriendo hoy en día, como demuestra el acuerdo entre Sudán y Turquía, en el que Sudán cedió la isla de Suakin a Turquía por casi un siglo o el realizado entre Sri Lanka y China por el que se cedió el puerto de Hambantota de Sri Lanka a China por también casi un siglo.
2. Hubieron excepciones, entre ellas, la siniestra cesión territorial para adjudicar al Brasil la copropiedad del Salto del Guairá, de soberanía paraguaya, hecho que se inscribe como otro rapiñaje de Itamaratí.
Es sabido que al finalizar la guerra contra la Triple Alianza fue trazado por el Imperio de Brasil los nuevos límites de la región oriental del Paraguay. La región del Guairá de Paraguay, unos 62 mil kilómetros cuadrados, quedó en manos del Imperio. El Tratado Loizaga-Cotegipe de 1872, que establecía los límites, no había modificado la ubicación de las cataratas del Salto del Guairá en territorio continental del Paraguay.
En el Tratado Complementario Ibarra-Mangabeira de 1927 el Brasil, ya en su condición de República que delimitaba la región occidental del Paraguay, dio cabida a un protocolo. El conocido historiador y diplomático Fulgencio R. Moreno reemplazó a Rogelio Ibarra en la Legación Paraguaya en Río de Janeiro y le cupo firmar con el canciller Octavio Mangabeira el protocolo del 9 de mayo de 1930.
En dicho protocolo se estipularon, conforme al artículo 3º del Tratado de 1927, instrucciones para la demarcación y caracterización de la frontera no sólo en el tramo delineado por el Tratado Ibarra-Mangabeira, sino también en el determinado por el Tratado Loizaga-Cotegipe. Para ello, se concertó la constitución de una Comisión Mixta de límites y de caracterización de la frontera Paraguay-Brasil. Aunque su cometido principal se relacionaba con el levantamiento hidrográfico del río Paraguay, para la determinación de la línea mediana del canal principal elegido como frontera por los artículos 1º y 2º del Tratado Complementario, le fueron atribuidas otras facultades, entre ellas, la velada incorporación del Salto del Guairá bajo soberanía brasileña.
Los trabajos de la Comisión Mixta de Límites Paraguayo-Brasileña realizado en 1959 fueron contundentes: establecieron fuera de toda duda que las altas cumbres del Mbaracayú dejaban la totalidad de las cataratas del Salto en territorio paraguayo.
Pese a ello, Itamaratí por nota del 19 de setiembre de 1962 declaraba como propiedad de Brasil el Salto del Guairá. Para confirmarlo, el ejército brasileño invadió Paraguay y ocupó en junio de 1965 el Salto del Guairá.
En la nota del 14 de diciembre de 1965 la Cancillería paraguaya rechazaba la ocupación militar. Decía Sapena Pastor, “…que estando (la zona ocupada por un destacamento militar del Brasil) al sur de la cumbre del Mbaracayú, es territorio paraguayo”.
Pero todo quedó resuelto en el Acta Final de Foz de Yguazú del 22 de junio 1966, un documento diplomático diseñado por Itamaratí para conferir al Gobierno brasileño, sin aprobación del parlamento paraguayo, la copropiedad o condominio del Salto del Guairá.
En el acta, el canciller brasileño general Juracy Magalhaes prometió al canciller paraguayo Raúl Sapena Pastor el aprovechamiento igualitario de la producción hidroeléctrica del río Paraná, un precio justo por la energía excedente y un derecho preferente para su adquisición lo que implicaba su venta a la mejor oferta preservando la soberanía energética paraguaya.
Todo ello, a cambio de la copropiedad del Salto del Guairá que sería hundido en el embalse del río Paraná. De momento, una solución fáctica que resolvía el problema limítrofe.
Los técnicos brasileños ya se habían percatado que la fuente energética por excelencia, para satisfacer su demanda de más electricidad, provendría de las aguas del Paraná y no del salto. Las otras fuentes disponibles no eran satisfactorias, no obstante el salto, bajo soberanía paraguaya, constituía un verdadero obstáculo a ser salvado a como dé lugar.
La engañifa del acta funcionó al conseguir Itamaratí el condominio del salto. Ninguna de las otras promesas estipuladas en el documento fue cumplida ya que ni siquiera fueron consideradas en el Tratado de Itaipú de 1973.
En el post scriptum de la página 29, segunda edición (2007), “Itaipú, aguas que valen oro” de Efraín Enríquez Gamón se puede leer, “Acta Final firmada en Foz de Yguazú entre los cancilleres de Paraguay y del Brasil, el 21- 22 de junio de 1966, y que recién fue publicado in-extenso por la prensa el 21 de junio de 1973”.
Es probable que el Congreso Nacional, que aprobara y ratificara el Tratado de Itaipú del 26 de abril de 1973 y sus anexos el 17 de julio de 1973, no se haya informado del texto completo del Acta Final del 22 de junio de 1973. Solo así se explicaría la ratificación del leonino tratado.
Sin embargo, el tratado en su considerando expresa “lo dispuesto en el Acta Final firmada en Foz de Yguazú, el 22 de junio de 1966, en lo que respecta a la división en  partes iguales, entre los dos países, de la energía eléctrica eventualmente producida por los desniveles del río Paraná, en el trecho arriba mencionado”.
Pura falacia.
                                         General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno

lunes, 9 de marzo de 2020

Itaipú nace como consecuencia de un crimen ecológico


La pérdida del Salto del Guairá (Publicado en ABC Color 8 de marzo de 2020)
1. En el año 1982, la represa de Itaipú hizo desaparecer en el lecho del río Paraná el patrimonio natural más importante del Paraguay, de un valor excepcional: El Salto del Guairá.  Para tan infausto suceso el Gobierno paraguayo, sin ratificación parlamentaria, pactaba el condominio del Salto con el Gobierno brasileño en el Acta Final de Foz de Yguazú del 22 de junio de 1966. La figura del condominio, que hacía copropietario al Brasil de las cataratas del Salto, impedía cualquier traba para su desaparición, acorde al proyecto de explotación hidroeléctrica del río Paraná programado en el Acta Final. Hundiendo el Salto del Guairá para su provecho, Itamaratí resolvía la incómoda ocupación militar de territorio paraguayo.
El área inundada por la represa, unos 1.350 kilómetros, dejó en el lecho del río Paraná el Salto del Guairá, la contigua selva Atlántica y la fauna causando el desarraigo de su hábitat a decenas de comunidades guaraníes. Crónicas recientes señalaban la calamidad ecológica que afectaba profundamente a los pueblos originarios del Paraguay: “Aldeas enteras fueron inundadas, viviendas fueron destruidas y redes de parentesco fueron afectadas. La obra afectó lugares históricos y sagrados como el famoso Salto del Guairá, además de cementerios y sitios arqueológicos que sirven de referencia a la ocupación indígena en la región”.
El desastre coincidió con el fin de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza. En los nuevos límites impuestos en 1872 por el Imperio del Brasil a la región oriental del Paraguay, no estaba en discusión la soberanía paraguaya del Salto del Guairá. El enclave, en territorio continental del Paraguay, estaba emplazado en aguas del río Paraná represadas por la cordillera del Mbaracayú.
El siguiente acuerdo, el Tratado Complementario de 1927, ya proclamado el Brasil en República, definía el trazado limítrofe de la región occidental de Paraguay. Dicho tratado, dio origen al Protocolo de 1930 cuyo principal objetivo consistía en colocar bajo soberanía brasileña el Salto del Guairá caracterizado por su enorme potencial hidroeléctrico.
Al respecto, los trabajos de la Comisión Mixta de Brasil y Paraguay, entre 1958-1963, fueron contundentes: establecieron fuera de toda duda que las altas cumbres del Mbaracayú dejaban la totalidad de las cataratas del Salto en territorio paraguayo.
A pesar de todas las razones técnicas y jurídicas Itamaratí, por nota del 19 de setiembre de 1962, declaraba como propiedad de Brasil el Salto del Guairá. Confirmando la apropiación indebida, el ejército brasileño ocupó en junio de 1965 el Salto del Guairá.
En la nota del 14 de diciembre de 1965 la Cancillería paraguaya rechazaba la ocupación militar: “que estando (la zona ocupada por un destacamento militar del Brasil) al sur de la cumbre del Mbaracayú, es territorio paraguayo”.
Más, la incómoda verdad quedó resuelta en el Acta Final de Foz de Yguazú de 1966, un documento diplomático diseñado por Itamaratí para otorgar al Gobierno brasileño, con la anuencia del Gobierno paraguayo, el condominio del Salto del Guairá. Un despojo más al Paraguay impuesto al pusilánime régimen gobernante.
El 21 de agosto de 1972 el Gobierno paraguayo a través de la Cancillería, como anticipo al Tratado de Itaipú de 1973, viró abruptamente al dar  a conocer una nueva doctrina: “que no existe una divisoria natural entre el territorio del Paraguay y de Brasil en la región del Salto del Guairá”. Pero el escamoteo oficial del Salto, fue concretado finalmente el 26 de abril de 1973 en el leonino Tratado de Itaipú, ratificado por la mayoría oficialista del Congreso Nacional. Era el modo en que la República Federativa de Brasil, después de un siglo, “corregía” la negligencia imperial que reconocía la soberanía paraguaya del Salto del Guairá.
El Salto del Guairá, hasta 1982, conformaba las mayores cascadas del mundo por volumen de agua. Con millones de litros de agua por segundo, sus dieciocho torrentes duplicaban el volumen de las Cataratas del Niágara y superaban en doce veces las Cataratas Victoria. Situado en territorio continental paraguayo, con los dieciocho torrentes que alimentaban el río Paraná conformaban siete grupos. El mayor alcanzaba unos cuarenta metros de altura y su sonido se escuchaba a decenas de kilómetros.
El Tratado de Itaipú de 1973, que confería al Brasil el control de la empresa binacional y su producción hidroeléctrica, condenó al Salto a desaparecer bajo el lago artificial formado por la represa. Durante los nueve años que duraron los trabajos millares de turistas, curiosos y vecinos se agolpaban para contemplar por última vez esta maravilla esculpida por la naturaleza.
Según crónicas de la época, en enero de 1982, el colapso de visitantes al ahora “condómino Salto” era tal que el puente colgante Roosevelt de 90 metros de largo, desde donde se obtenían las mejores vistas, no pudo aguantar el peso. El día 17, los cables de acero se rompieron justo por la mitad del puente pereciendo treinta y dos personas al caer al río.
El 13 de octubre de 1982, finalizada la represa, el cierre de las compuertas comenzó a sepultar uno de los mayores espectáculos del planeta. En catorce días las cataratas del Salto habían desaparecido para siempre.
La nueva maravilla de la ingeniería humana, la represa hidroeléctrica de Itaipú, una de las siete maravillas del mundo moderno según la revista American Society of Civil Engineers, es la mayor productora de energía del planeta, superando en 2015 y 2016 a la presa   Tres Gargantas de la China continental (más de 103 millones de megavatios por hora en 2016).
Este prodigio de la ingeniería, había instalado a la República Federativa de Brasil en el privilegiado grupo de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), países emergentes que se caracterizan por tener una gran población, un extenso territorio y un fuerte crecimiento económico y singular destaque en el ámbito internacional. 
No ocurrió lo mismo en el Paraguay y su cuantioso excedente energético. Cedido a costo de ganga a la Eletrobras era comercializado a precio mayúsculo en el mercado brasileño. Esta diferencia significó, cotejado en diferentes mercados, una media de US$ 75.400 millones que dejó de recibir el Paraguay por su excedente (Miguel Cartes, fundador y director de DEMOS- Centro para la Democracia, la Creatividad y la Inclusión Social).
Si no fuese por el crimen ecológico sufrido con la pérdida del Salto del Guairá, sustraído del Paraguay por Brasil, un destino más próspero tocaba al país. Al respecto, recientemente la revista digital colombiana Corrientes, señalaba : “Cada año, unos 30 millones de turistas llegan a la Cataratas del Niágara ataviados con sus cámaras y toda clase de lente y con los más modernos celulares capaces de captar cualquier detalle en esta fuente inagotable de curiosidades. Los visitantes son propios y   diversas partes del mundo. El lugar ha servido para la filmación de películas y la realización de investigaciones científicas”.
Desvanecido el Salto del Guairá, la convicción de Paraguay para mejorar su bienestar y prosperidad continúa amputada.
Job daba en el clavo al señalarnos: 25- “Y otro muere en amargura de alma sin algunos bienes”; 26- “Y con todo eso dormirán juntos en el polvo, y gusanos los cubrirán.”
2. El caso de la represa Itaipú, de poco provecho para el Paraguay, que dejara en las aguas del río Paraná el ecosistema, estropeara recursos naturales de una de las regiones no intervenidas agresivamente por el hombre y desplazara comunidades enteras de pueblos originarios, es emblemático.
Con el hundimiento del Salto del Guairá, el daño socioeconómico causado al Paraguay en beneficio exclusivo del Brasil, solo es comparable con la diagonal de sangre propiciada por la Triple Alianza (Brasil, Argentina, Uruguay) y culminara en el holocausto del 70.
Entre tanto, la represa de Itaipú solo benefició a contados clientes políticos del Paraguay. Coincidente con el informe de la Comisión Mundial Sobre las Represas, destacamos que la Central Hidroeléctrica Itaipú:
- Afectan derecho de propiedad o uso territorial de comunidades ancestrales;
- Impactan sobre la pesca ribereña para consumo diario;
- Restringen el acceso a la libre navegación del río Paraná;
- Alteran el ciclo natural del río Paraná;                              
- Interrumpen la migración y reproducción de especies acuáticas;
- Promueven la deforestación y pérdida de biodiversidad;
- Fracturan la forma de vida y cultura de la población;
- Propician el contrabando y la irrupción de foráneos en la región, y
- Atentan contra las áreas protegidas, de conservación y de amortiguamiento.
Las grandes represas como Itaipú tienen un costo elevado para la sociedad y el medio ambiente y consecuencias económicas a largo plazo debido principalmente a la desaparición del potencial turístico de las cataratas del Salto, a la inundación de tierras agrícolas y bosques. El proyecto Itaipú no compensó al Paraguay su pérdida del Salto del Guairá ni las pérdidas de las personas afectadas. No mitigó el impacto ambiental. Raras veces los habitantes del país han podido opinar sobre su realización, tampoco recibieron una porción justa de los beneficios.
De más está decir que la corrupción jugó un papel clave. Una represa como Itaipú requiere una enorme inversión inicial, los funcionarios gubernamentales y los políticos fácilmente se apropiaron de una importante porción. Lamentablemente, las cataratas del Salto del Guairá, como todo ecosistema intacto, no tienen precio.
                                                General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno
                                                          juanantoniopozzo@gmail.com


domingo, 8 de marzo de 2020

La mayor hecatombre del de Paraguay después del holocasto del 70

La pérdida del Salto del Guairá (ABC Color,  8 de marzo 2020)
1. En el año 1982, la represa de Itaipú hizo desaparecer en el lecho del río Paraná el patrimonio natural más importante del Paraguay, de un valor excepcional: El Salto del Guairá.  Para tan infausto suceso el Gobierno paraguayo, sin ratificación parlamentaria, pactaba el condominio del Salto con el Gobierno brasileño en el Acta Final de Foz de Yguazú del 22 de junio de 1966. La figura del condominio, que hacía copropietario al Brasil de las cataratas del Salto, impedía cualquier traba para su desaparición, acorde al proyecto de explotación hidroeléctrica del río Paraná programado en el Acta Final. Hundiendo el Salto del Guairá para su provecho, Itamaratí resolvía la incómoda ocupación militar de territorio paraguayo.
El área inundada por la represa, unos 1.350 kilómetros, dejó en el lecho del río Paraná el Salto del Guairá, la contigua selva Atlántica y la fauna causando el desarraigo de su hábitat a decenas de comunidades guaraníes. Crónicas recientes señalaban la calamidad ecológica que afectaba profundamente a los pueblos originarios del Paraguay: “Aldeas enteras fueron inundadas, viviendas fueron destruidas y redes de parentesco fueron afectadas. La obra afectó lugares históricos y sagrados como el famoso Salto del Guairá, además de cementerios y sitios arqueológicos que sirven de referencia a la ocupación indígena en la región”.
El desastre coincidió con el fin de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza. En los nuevos límites impuestos en 1872 por el Imperio del Brasil a la región oriental del Paraguay, no estaba en discusión la soberanía paraguaya del Salto del Guairá. El enclave, en territorio continental del Paraguay, estaba emplazado en aguas del río Paraná represadas por la cordillera del Mbaracayú.
El siguiente acuerdo, el Tratado Complementario de 1927, ya proclamado el Brasil en República, definía el trazado limítrofe de la región occidental de Paraguay. Dicho tratado, dio origen al Protocolo de 1930 cuyo principal objetivo consistía en colocar bajo soberanía brasileña el Salto del Guairá caracterizado por su enorme potencial hidroeléctrico.
Al respecto, los trabajos de la Comisión Mixta de Brasil y Paraguay, entre 1958-1963, fueron contundentes: establecieron fuera de toda duda que las altas cumbres del Mbaracayú dejaban la totalidad de las cataratas del Salto en territorio paraguayo.
A pesar de todas las razones técnicas y jurídicas Itamaratí, por nota del 19 de setiembre de 1962, declaraba como propiedad de Brasil el Salto del Guairá. Confirmando la apropiación indebida, el ejército brasileño ocupó en junio de 1965 el Salto del Guairá.
En la nota del 14 de diciembre de 1965 la Cancillería paraguaya rechazaba la ocupación militar: “que estando (la zona ocupada por un destacamento militar del Brasil) al sur de la cumbre del Mbaracayú, es territorio paraguayo”.
Más, la incómoda verdad quedó resuelta en el Acta Final de Foz de Yguazú de 1966, un documento diplomático diseñado por Itamaratí para otorgar al Gobierno brasileño, con la anuencia del Gobierno paraguayo, el condominio del Salto del Guairá. Un despojo más al Paraguay impuesto al pusilánime régimen gobernante.
El 21 de agosto de 1972 el Gobierno paraguayo a través de la Cancillería, como anticipo al Tratado de Itaipú de 1973, viró abruptamente al dar  a conocer una nueva doctrina: “que no existe una divisoria natural entre el territorio del Paraguay y de Brasil en la región del Salto del Guairá”. Pero el escamoteo oficial del Salto, fue concretado finalmente el 26 de abril de 1973 en el leonino Tratado de Itaipú, ratificado por la mayoría oficialista del Congreso Nacional. Era el modo en que la República Federativa de Brasil, después de un siglo, “corregía” la negligencia imperial que reconocía la soberanía paraguaya del Salto del Guairá.
El Salto del Guairá, hasta 1982, conformaba las mayores cascadas del mundo por volumen de agua. Con millones de litros de agua por segundo, sus dieciocho torrentes duplicaban el volumen de las Cataratas del Niágara y superaban en doce veces las Cataratas Victoria. Situado en territorio continental paraguayo, con los dieciocho torrentes que alimentaban el río Paraná conformaban siete grupos. El mayor alcanzaba unos cuarenta metros de altura y su sonido se escuchaba a decenas de kilómetros.
El Tratado de Itaipú de 1973, que confería al Brasil el control de la empresa binacional y su producción hidroeléctrica, condenó al Salto a desaparecer bajo el lago artificial formado por la represa. Durante los nueve años que duraron los trabajos millares de turistas, curiosos y vecinos se agolpaban para contemplar por última vez esta maravilla esculpida por la naturaleza.
Según crónicas de la época, en enero de 1982, el colapso de visitantes al ahora “condómino Salto” era tal que el puente colgante Roosevelt de 90 metros de largo, desde donde se obtenían las mejores vistas, no pudo aguantar el peso. El día 17, los cables de acero se rompieron justo por la mitad del puente pereciendo treinta y dos personas al caer al río.
El 13 de octubre de 1982, finalizada la represa, el cierre de las compuertas comenzó a sepultar uno de los mayores espectáculos del planeta. En catorce días las cataratas del Salto habían desaparecido para siempre.
La nueva maravilla de la ingeniería humana, la represa hidroeléctrica de Itaipú, una de las siete maravillas del mundo moderno según la revista American Society of Civil Engineers, es la mayor productora de energía del planeta, superando en 2015 y 2016 a la presa   Tres Gargantas de la China continental (más de 103 millones de megavatios por hora en 2016).
Este prodigio de la ingeniería, había instalado a la República Federativa de Brasil en el privilegiado grupo de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), países emergentes que se caracterizan por tener una gran población, un extenso territorio y un fuerte crecimiento económico y singular destaque en el ámbito internacional. 
No ocurrió lo mismo en el Paraguay y su cuantioso excedente energético. Cedido a costo de ganga a la Eletrobras era comercializado a precio mayúsculo en el mercado brasileño. Esta diferencia significó, cotejado en diferentes mercados, una media de US$ 75.400 millones que dejó de recibir el Paraguay por su excedente (Miguel Cartes, fundador y director de DEMOS- Centro para la Democracia, la Creatividad y la Inclusión Social).
Si no fuese por el crimen ecológico sufrido con la pérdida del Salto del Guairá, sustraído del Paraguay por Brasil, un destino más próspero tocaba al país. Al respecto, recientemente la revista digital colombiana Corrientes, señalaba : “Cada año, unos 30 millones de turistas llegan a la Cataratas del Niágara ataviados con sus cámaras y toda clase de lente y con los más modernos celulares capaces de captar cualquier detalle en esta fuente inagotable de curiosidades. Los visitantes son propios y   diversas partes del mundo. El lugar ha servido para la filmación de películas y la realización de investigaciones científicas”.
Desvanecido el Salto del Guairá, la convicción de Paraguay para mejorar su bienestar y prosperidad continúa amputada.
Job daba en el clavo al señalarnos: 25- “Y otro muere en amargura de alma sin algunos bienes”; 26- “Y con todo eso dormirán juntos en el polvo, y gusanos los cubrirán.”
2. El caso de la represa Itaipú, de poco provecho para el Paraguay, que dejara en las aguas del río Paraná el ecosistema, estropeara recursos naturales de una de las regiones no intervenidas agresivamente por el hombre y desplazara comunidades enteras de pueblos originarios, es emblemático.
Con el hundimiento del Salto del Guairá, el daño socioeconómico causado al Paraguay en beneficio exclusivo del Brasil, solo es comparable con la diagonal de sangre propiciada por la Triple Alianza (Brasil, Argentina, Uruguay) y culminara en el holocausto del 70.
Entre tanto, la represa de Itaipú solo benefició a contados clientes políticos del Paraguay. Coincidente con el informe de la Comisión Mundial Sobre las Represas, destacamos que la Central Hidroeléctrica Itaipú:
- Afectan derecho de propiedad o uso territorial de comunidades ancestrales;
- Impactan sobre la pesca ribereña para consumo diario;
- Restringen el acceso a la libre navegación del río Paraná;
- Alteran el ciclo natural del río Paraná;                              
- Interrumpen la migración y reproducción de especies acuáticas;
- Promueven la deforestación y pérdida de biodiversidad;
- Fracturan la forma de vida y cultura de la población;
- Propician el contrabando y la irrupción de foráneos en la región, y
- Atentan contra las áreas protegidas, de conservación y de amortiguamiento.
Las grandes represas como Itaipú tienen un costo elevado para la sociedad y el medio ambiente y consecuencias económicas a largo plazo debido principalmente a la desaparición del potencial turístico de las cataratas del Salto, a la inundación de tierras agrícolas y bosques. El proyecto Itaipú no compensó al Paraguay su pérdida del Salto del Guairá ni las pérdidas de las personas afectadas. No mitigó el impacto ambiental. Raras veces los habitantes del país han podido opinar sobre su realización, tampoco recibieron una porción justa de los beneficios.
De más está decir que la corrupción jugó un papel clave. Una represa como Itaipú requiere una enorme inversión inicial, los funcionarios gubernamentales y los políticos fácilmente se apropiaron de una importante porción. Lamentablemente, las cataratas del Salto del Guairá, como todo ecosistema intacto, no tienen precio.
                                                General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno
                                                          juanantoniopozzo@gmail.com

domingo, 9 de febrero de 2020

Itaipú, construido en base al fraude

Salto del Guairá, apropiación indebida

El Acta Final de Foz de Yguazú del 22 de junio de 1966, en su tercera conclusión, establecía el condominio de los dos países sobre el Salto del Guairá o Salto Grande de las Siete Caídas. Brasil instauraba el condominio del Salto del Guairá en un simple acuerdo entre gobiernos sin aprobación del parlamento nacional. El documento logrado por Itamaraty, blanqueaba la invasión militar de junio de 1965 como estrategia para asegurar su soberanía sobre el Salto del Guairá.
General (R) Juan A. Pozzo Moreno (*)
General (R) Juan A. Pozzo Moreno (*)Archivo, ABC Color
No obstante, el Salto del Guairá nunca salió de los dominios del Paraguay. “El primer título que el Paraguay puede alegar es el del descubrimiento, fuente principal de las soberanías desde el punto de vista de la moral internacional. Los Saltos del Guairá fueron descubiertos al mismo tiempo que el resto del Paraguay. Las tierras en que ellos se despeñan (precipitan) y a las cuales dieran su nombre, fueron por primera vez visitadas por Alejo García en su fabuloso viaje desde el Atlántico hasta el Perú, hacia 1525. Alejo García, español y no portugués según las más modernas investigaciones, y tripulante que fue de una armada española, dio con su descubrimiento inicial derechos a la Corona de la cual dependía.
Por lo demás, los Saltos como todas las zonas comarcanas, estaban ya dentro de la soberanía española que alcanzaba hasta la famosa Línea de Tordesillas pactada en 1494 para demarcar ambas jurisdicciones. Esa Línea … estaba a más de seis grados al Este de la zona de los Saltos. Cuando en las Capitulaciones de Don Pedro de Mendoza (1534) se instituyó legalmente la Provincia del Río de la Plata o Paraguay, la Corona señaló como frontera oriental de esta Gobernación la misma Línea de Tordesillas. De modo que al nacer la Provincia Gigante de Indias tenía muy dentro de sus tierras a los Saltos del Guairá” (Efraím Cardozo. Los derechos de Paraguay sobre los Saltos del Guairá, 1965).
A pesar de todo, no fueron suficientes los títulos para preservar de la ambición del Imperio de Brasil los derechos territoriales del Paraguay. Esta perenne codicia, al que se sumaba la angurria de la Confederación Argentina, propició en 1857 el “Protocolo de entendimiento para la guerra contra el Paraguay. de Argentina y Brasil”.
El escrito quedó formalizado por los plenipotenciarios de la Confederación Argentina, Santiago Derqui y Bernabé López y del Imperio de Brasil, José María da Silva Paranhos. Sus términos, que certificaban el despojo de sus tierras al Paraguay, fueron reproducidos en el Tratado Secreto de la Triple Alianza (Argentina, Brasil, Uruguay) del 1 de mayo de 1865.
La invasión del Imperio de Brasil al Estado Oriental del Uruguay, menospreciando la nota del Gobierno paraguayo del 30 de agosto de 1864, inflamó la mecha que precipitó la conflagración. Se sumaba a ello, la negativa del Gobierno argentino al tránsito de tropas paraguayas por Corrientes.
Estos acontecimientos dieron inicio al conflicto que finalizó el 1 de mayo de 1870.
Concluida la guerra del Paraguay contra la Triple alianza, el Imperio de Brasil impuso al Paraguay el Tratado de Límites de 1872. Un nuevo trazado limítrofe que incorporaba a sus dominios posesiones paraguayas entre el río Apa, el río Blanco y la región del Amambay, más de 62.325 km2. Sin embargo, los nuevos límites no modificaron la soberanía paraguaya sobre el Salto del Guairá.
Al respecto, decía Efraím Cardozo: “El Tratado de Límites del 9 de enero de 1872 consagró los derechos del Paraguay al mantener los Saltos del Guairá en la misma situación en que ellos estaban en todo el transcurso de la historia. No hubo adjudicación al Brasil, ni partición, ni establecimiento de condominio”. También afirmaba: “Como accidente geográfico, que incluye no solo los Saltos sino también el embalse ocasionado por la Cordillera del Mbaracayú al interceptar el río Paraná, formó parte de la frontera, conservando su situación jurídica no modificada por el Tratado de 1872, de parte integrante de la soberanía territorial del Paraguay”.
Esta maravilla de la naturaleza de un asombroso potencial hidráulico estaba llamada por su magnitud a ser parte de la novel industria eléctrica. En efecto, una década después (1882) se había puesto en marcha en Appleton, Wisconsin, Estados Unidos la primera central hidroeléctrica del mundo para servicio comercial. Esta iniciativa, era el primer paso tecnológico que utilizaba el agua como fuente de energía eléctrica.
Posteriormente, la decisión para desarrollar el potencial energético del Salto quedó patente en el Tratado Complementario de Límites del 21 de mayo de 1927. El Tratado, que definía la región Occidental del Paraguay con Brasil en el tramo del río Paraguay, dio origen al Protocolo de 1930, bosquejado para incorporar bajo soberanía brasileña el Salto del Guairá.
El Protocolo Moreno-Mangabeira o protocolo de 1930, se puso en ejecución cuando el Paraguay estaba empeñado en la guerra del Chaco. En la ocasión, los demarcadores brasileños pretendieron convertir en hito un pilar de observación levantado en 1874 frente a la quinta caída. Posteriormente, presentaron un mapa en donde todas las cataratas del Salto aparecían como de exclusiva soberanía del Brasil.
El Tratado expresaba claramente que la frontera debía seguir las altas cumbres del Mbaracayú. Las altas cumbres corresponden al ramal norte de la cordillera que dejan la totalidad de los Saltos en territorio paraguayo. El mapa de 1874, señalaba como las altas cumbres al ramal sur del Mbaracayú lo que hacía inaceptable la supremacía del mapa por sobre el Tratado. Un absurdo por donde se lo mire.
Los trabajos de la Comisión Mixta entre 1958-1963, establecieron fuera de toda duda que las altas cumbres del Mbaracayú son las del ramal norte.
En el hito 341/IV, a veinte kilómetros del Salto del Guairá, está detenido la demarcación que en su ramal norte deja todas las caídas del Salto en territorio paraguayo. La línea demarcatoria del ramal sur, pretendida por Brasil, dejaría en territorio paraguayo el Salto del Guairá a partir de la quinta caída.
A pesar de todas las razones técnicas y jurídicas la Cancillería brasileña, en su nota del 19 de setiembre de 1962, declaraba como propiedad de Brasil el Salto del Guairá. En sus fundamentos no figuraba para nada el Tratado de 1872.
Como expresión de poder, en junio de 1965, tropas del ejército brasileño pusieron bajo soberanía del Brasil el Salto el Guairá. Todas las protestas paraguayas fueron desestimadas hasta que el Canciller norteamericano Dean Rusk tomó cartas en el asunto. Rusk forzó a una conferencia entre las partes en la que Paraguay reclamaba la ocupación militar de su territorio, mientras que Brasil proponía el condominio del Salto de Guairá y la explotación hidroeléctrica conjunta del río Paraná.
Como resultado del Acta Final de Foz de Yguazú del 22 de junio de 1966, Brasil conquistaba su propósito de ser el otro dueño del Salto del Guairá además imponía su plan de explotación del río Paraná que solo en apariencias era en conjunto. Desde aquella vez, conforme a sus intereses, el Brasil no requería permiso alguno para inundar el Salto del Guairá.
En el Acta no se mencionaba la ocupación de territorio nacional que recién se efectivizó en 1982 como consecuencia de la inundación de la represa de Itaipú.
Durante la reunión bilateral, el Gobierno brasileño (Itamaratí) ya tenía en claro en su cuarta conclusión que el emprendimiento hidroeléctrico se daría “… por los desniveles del río Paraná, desde inclusive del Salto del Guairá o Salto Grande de las Siete Caídas hasta la boca del río Yguazú …” y no de la explotación hidroeléctrica del Salto. De ahí, como parte del proyecto para formar el embalse, el interés de inundar el Salto, la selva Atlántica, la flora al que se añade el desarraigo de decenas de poblaciones guaraníes.
El 1 de abril de 1967, en su mensaje al Congreso, el Presidente de la República, al referirse al tema, dijo: “El Acta Final de Foz de Yguazú suscrita por el Paraguay y el Brasil es una de las piezas fundamentales de la política exterior paraguaya. El Acta Final lograda por el Gobierno Nacional con una suma de energía y discreción, de decisión y paciencia, significa no solo un triunfo paraguayo, sino una victoria del derecho, un alto momento de la amistad, la compresión y la colaboración de dos pueblos americanos”.
Con este discurso, el primer magistrado de la nación hacía público la entrega a Brasil de la soberanía del Salto del Guairá.
Cabe señalar, que el Acta Final recién se publicó in extenso en la prensa el 21 de junio de 1973, razón suficiente que explica los devaneos en el Congreso del senador Carlos A. Saldívar y otros adláteres, que ilustraron sobre las bondades del Tratado de Itaipú.
Según “Memorias de Itaipú 2017”, entre 1985-2017, los pagos de Itaipú a Paraguay totalizaron US$ 9.867,1 millones. Una media anual de US$ 299 millones. Cotejado con los ingresos anuales que provendrían del turismo, unos 900.000 turistas visitantes cada año a esta maravilla incomparable de la naturaleza, la cifra rondarían los US$ 90.000 millones (900.000 x US$ 100).
“Tuicha la mbojuavy” o monumental la diferencia.
Todo ello, gracias a un régimen sin valores, que para mantenerse en el poder, no hesitaron en traicionar a su patria.

domingo, 5 de enero de 2020

Itaipú un monstruo fuera de control de los Estados partes

¿Asociación ilícita para delinquir?

Itaipú es un monstruo de varias cabezas fuera de control de los Estados partes. Este ser abominable, que excede a la binacional hidroeléctrica, subasta la justicia y gran parte de la prensa dejando sin voz a la opinión pública. Hay casos muy conocidos en el país, también en la prensa nacional.
General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno
General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno
Por todo ello las altas magistraturas, en connivencia con el monstruo, impiden la intervención estatal a través del Tribunal de Cuentas brasileño o de la Contraloría paraguaya.
Los órganos de administración de la empresa –sujetos al poder de los gobiernos socios– prevarican en atención a sus propios intereses, generando indebidos lucros pagados por los consumidores.
El ilegal costo del servicio de electricidad, camuflado como gastos sociales, no restaura daños ambientales ni desarraigos propios de la inundación. Sirven para hacer millonarios a corrompidos políticos que se mofan de ambos Estados.