A mediodía del 3 de octubre próximo pasado, en la bicameral del Congreso Nacional, ante un importante auditorio, se dio inicio oficial a la construcción del Libro Blanco de Defensa Nacional de la República del Paraguay. Para la redacción del documento, que consensuará entre todos los ciudadanos la política de defensa nacional, fueron invitados todos los sectores sociales.
Según los tratadistas, la defensa de una nación trabaja para crear condiciones de seguridad que impida, disuada o neutralice acciones provenientes del exterior y que puedan interferir con el bien común representado por los objetivos nacionales. En Paraguay esos objetivos nacionales, entre otros, son: la permanencia de la nación paraguaya, su independencia, su soberanía, la identidad nacional, el patrimonio cultural, la integridad territorial, el mantenimiento del desarrollo económico y social, el mantenimiento de una pacífica convivencia, la proyección internacional, etc.
Según la ley, la defensa nacional como función primaria y responsabilidad permanente del conjunto de la sociedad, tiene como prioridad “…enfrentar cualquier forma de agresión externa que ponga en peligro la soberanía, la independencia y la integridad territorial, o el ordenamiento constitucional democrático vigente (Artículo 2º Ley 1337/97 de Defensa Nacional y Seguridad Interna)”.
Estos objetivos, propios de la defensa, que derivan de los objetivos nacionales y que están especificados en el artículo segundo de la citada ley, para ser satisfechos se necesita una política exterior centrada en una diplomacia activa favorable al desarrollo, a la paz regional, a la solución pacífica de las controversias y a las alianzas estratégicas.
Esto supone una política de defensa no agresiva, sí disuasiva, fundada en el desarrollo de las capacidades del Estado paraguayo, principalmente en el entrenamiento y en el equipamiento de sus fuerzas capaz de prevenir o neutralizar cualquier amenaza externa o en condiciones de repeler una eventual agresión exterior, en la brevedad, con el menor costo y daño posible.
No obstante, contrariando toda doctrina, antes de 1989, el régimen gobernante fortaleció la fuerza, aparentando la defensa nacional, solo para perpetuarse en el poder.
A la clase política de la transición nunca interesó la defensa, más bien se valió del derecho constitucional de la objeción de conciencia, en función proselitista, para debilitarla.
En democracia, por desconocimiento o falta de interés –probablemente por no redituar beneficios visibles– se sigue poniendo trabas, muchas de buena fe, a la promoción de las condiciones básicas de seguridad, imprescindibles para la protección del derecho a la prosperidad de todos los paraguayos.
Por causa de estas irresponsables imprevisiones, que comprometen la existencia misma del Estado paraguayo y por añadidura la seguridad ciudadana, es imposible el ejercicio del poder soberano, por ejemplo, sobre la libre disponibilidad de nuestras principales riquezas energéticas, hasta ahora secuestrada por la avaricia de nuestros socios condóminos.
Todo, porque los instrumentos esenciales disponibles para la defensa nacional, la diplomacia y las fuerzas armadas, son totalmente irrelevantes para disuadir sobre esta apropiación indebida de nuestro rico patrimonio, con grave impacto en el desarrollo económico y social de la nación.
Restan, sin embargo, el reclamo a los tribunales internacionales el desvío del objeto y el fin de estos emprendimientos binacionales, productos de la mala fe y el avivamiento de la hoy tenue llama de la conciencia nacional.
Con el objeto de reavivar la autoestima nacional, hasta ahora aletargada, siempre es importante escuchar opiniones fuera del ámbito nacional. Esta vez del calificado escritor e investigador norteamericano Thomas L. Whigham, estudioso de la Guerra de la Triple Alianza, quien señala “que los brasileños siempre han subestimado y siguen sin comprender al Paraguay” (Entrevista ABC Color 1 de octubre de 2012).
En la misma entrevista, Whigham menciona a José Berges advirtiendo que el Paraguay no toleraría el derrocamiento del gobierno blanco y la ocupación brasileña de Uruguay: “Los brasileños no creyeron, no dieron importancia, pensaron que los paraguayos no se animarían a cumplir sus amenazas, y ahí están los resultados”.
En otro caso emblemático hace referencia al mariscal Caxías en el infructuoso intento de comprar la rendición de Francisco Solano López: “Indicaba que, después de años de enfrentamiento, los brasileños simplemente continuaban sin entender a sus enemigos y la naturaleza del conflicto que llevaban adelante”.
Con relación al Mercosur, dando a entender que una vez más los brasileños piensan que podrán comprar la conformidad paraguaya llegado el momento para resolver el problema creado, decía el escritor: “Son malas lecturas de la característica de los paraguayos. Hay asuntos en los que los paraguayos históricamente han reaccionado de manera muy sanguínea, sobre todo cuando se ha puesto en juego la dignidad de su nación, y esto lo han llevado hasta las últimas consecuencias, hasta un punto con muy pocos antecedentes en la historia”.
Todos estos asuntos, íntimamente vinculados con la realidad nacional y la historia, deberán encontrar una respuesta en la política de defensa nacional que quedará plasmada como una política de Estado en el Libro de Defensa Nacional de la República del Paraguay.
Defensa. La defensa de una nación trabaja para crear condiciones de seguridad que impida, disuada o neutralice acciones.
La ley. Enfrentar cualquier forma de agresión externa que ponga en peligro la soberanía, la independencia y la integridad territorial.
Política. Se necesita una política exterior, centrada en una diplomacia activa, favorable al desarrollo, a la paz regional...
(*) Juan Antonio Pozzo Moreno es autor de los libros: "Itaipú, la apropiación indebida" e "Itaipú, una victoria bien brasileña".
(**) Artículo publicado el 7 de octubre de 2012 en el diario Abc Color
(**) Artículo publicado el 7 de octubre de 2012 en el diario Abc Color
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