domingo, 7 de octubre de 2012

¿De qué integración nos pueden hablar?*

El discurso oficial de nuestros vecinos limítrofes repite como una letanía que la integración regional es la respuesta solidaria para el bien común, el desarrollo y la prosperidad, todo ello en un ambiente seguro.

Enfatizan sobre el principio de autodeterminación de los pueblos y la igualdad soberana entre los Estados y reclaman como trasnochada la política colonialista.
En ese afán son creadas instituciones supranacionales como el Mercosur con su Parlasur, Consejo del Mercosur, Grupo Mercado Común, Comisión de Comercio, etc., y la Unasur con sus consejos: Suramericanos de Salud; de Desarrollo Social; de Infraestructura y Planeamiento; de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación; de Defensa; de Economía y Finanzas; de las Drogas; Electoral; Energético, etc.
El Paraguay como Estado parte de esas organizaciones se esmera, a pesar de sus limitaciones, de honrar sus compromisos.
No obstante, a pesar de ser propietario de la mitad de la energía producida por las centrales hidroeléctricas binacionales, no puede disponer de ella. No le es permitido comprar su propia energía para venderla a sus ocasionales socios.
Nuestros socios condóminos, al desviar de su contexto el objeto y fin de los acuerdos, lesionando gravemente la buena fe, aprovechan compulsivamente el excedente energético a costo irrisorio. Con esta estrategia, a costa nuestra, hicieron prósperas sus economías y hoy son países emergentes.
Es importante recordar que en el siglo XVI y desde la fundación de Asunción, la economía colonial del Paraguay adquirió gran desarrollo. Sin embargo, desde el siglo XVII, una serie de factores adversos fueron creando dificultades, la más notoria de ellas, el Puerto Preciso de Santa Fe, a mitad de camino entre Buenos Aires y Asunción. En este punto se obligaba a los buques nacionales descargar sus mercancías, especialmente la yerba mate, para transportarlas lenta y dificultosamente en carretas ¡hasta Buenos Aires!
Suprimido este abuso, en el último cuarto del siglo XVIII, se pudo reactivar la economía nacional.
En el Siglo XXI, a pesar del Mercosur y el Unasur, siguen siendo obstruidos el libre tránsito de nuestros productos, algunos de ellos perecederos, que se pudren durante las interminables esperas. Similar criterio al del puerto preciso colonial.
Cuando las ofertas de este lado son más convenientes para la vecindad, tropas blindadas, con uniformes de combate son exhibidas “para proteger del contrabando y del crimen organizado regiones sensibles de la frontera”. Idéntico al discurso oficial brasileño, de junio de 1965, para justificar la invasión de territorio paraguayo en Puerto Renato y apropiarse del Salto del Guairá. 
Últimamente, en junio de 2012, haciendo tabla rasa del Tratado de Asunción de 1991 y del Derecho Internacional, “por razones políticas” (y notable sesgo ideológico), arbitrariamente fue suspendido el Paraguay del Mercado Común del Sur y por añadidura del Unasur. Por si fuera poco, a pedido de los vecinos, fuimos excluidos por la Madre Patria de la lista de invitados a la XXII Cumbre Iberoamericana de Cádiz.

Un raro modo de integración internacional
El bellísimo poema 6 de enero, Día de los Reyes Magos, de don Clementino Ocampos, interpretado musicalmente en forma magistral por el dúo Quintana-Escalante, nos recuerda la historia de un sastre que debía terminar un traje para poder cobrar. A causa del inconcluso trabajo, a pesar de la meritoria conducta de su pequeño hijo, mejor que muchos de sus vecinitos, este no pudo ser acreedor del ansiado regalo de los Tres Reyes Magos.
El reclamo doloroso del niño a su padre, que se propala por las emisoras radiales cada 6 de enero en los hogares paraguayos, es el mismo sentimiento de injusticia que embarga hoy a los paraguayos ante la oprobiosa conducta de sus vecinos.
No obstante, una nación que sobrevivió al holocausto ocasionado por la tríplice entente en 1870 –crítico severo de la imperfección de sus propias instituciones, sin presos políticos y con libertad irrestricta de prensa– no es de fácil lamento por sus desgracias.
Pero cuando aquellos acérrimos antiimperialistas, que se creen mejores, en sus discursos en los estrados internacionales hablan de integración, democracia y solidaridad, a la estirpe paraguaya, de momento, no le resta más que mascullar su indignación y contener su ira.
¿Entonces, de qué integración nos pueden hablar estos hipócritas e insolentes vecinos?




Juan Antonio Pozzo Moreno
Asunción,  30 de setiembre de 2012
*Artículo Publicado en Abc Color

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