Por Juan Antonio Pozzo Moreno (*), ABC Color. Domingo, 27 de octubre de 2012.
El presidente Stroessner que iba al encuentro de la historia a bordo de Itaipú, obra concretada posteriormente durante otros gobiernos igualmente entreguistas, no midió el alcance de sus concesiones en la seguridad de que en la magnitud del emprendimiento quedarían ocultas las abdicaciones a favor de Brasil.
Los discursos laudatorios de la propaganda oficialista conceptuándolo como el principal gestor de la obra, el líder que reataba el hilo de la historia, más el público desconocimiento sobre la cuestión promovido desde el gobierno, escondía entre sus pliegues la monumental entrega de la soberanía energética.
No obstante, algunos modestos logros fueron obtenidos posteriormente por la margen derecha durante los gobiernos subsiguientes. El de Juan Carlos Wasmosy, en el año 1995, acordó con el Gobierno brasileño la modificación del Estatuto del año 1986 para lograr una mayor equidad en el manejo de la binacional. Hasta ahora no se pronunció al respecto el Congreso brasileño. En contrapartida, se convalidó una deuda, conocida como espuria, de las compradoras de energía, brasileñas en un 98%, para incluirla en el pasivo de la entidad binacional.
También, en la administración de Nicanor Duarte Frutos se logró el aumento del factor multiplicador de la compensación de 4 a 5,1 y la anulación del injusto pago de la “doble indexación” o doble interés aplicado a la deuda.
Se suma a estos la creación del cargo de director general paraguayo (1986); el pago de la cesión de energía a cargo de la otra parte (1986) y el policiamiento de la seguridad en la margen respectiva (1973).
Son las “concesiones” más notables hechas por la margen izquierda, hasta hoy día, exceptuando la triplicación de la compensación de 5,1 a 15,3 obtenida en mayo de 2011 en el Gobierno de Lugo.
Del Gobierno del general Andrés Rodríguez, que derrocó a su consuegro el 2 de febrero de 1989, poco se puede decir, excepto que los negocios, negociados y contratos en Itaipú, con otros nuevos actores afines, siguieron a tambor batiente.
En el año 1973 el régimen gobernante -cuyo defenestrado líder por los servicios prestados consiguió la tranquilidad de un cómodo exilio en la margen opuesta en 1989- acordó el Tratado de Itaipú a la medida del socio condómino. Asegurado así el flanco exterior más expuesto, fue posible proseguir con las ininterrumpidas reelecciones presidenciales y el control absoluto del país.
El general Stroessner llegó a la presidencia de la República como candidato del Partido Colorado en elecciones celebradas, sin partido de oposición, el 11 de julio de 1954 tratando de legitimar el golpe militar del 4 de mayo de ese año. Posteriormente, como candidato único del mismo partido se hizo reelegir en 1958, 1963, 1968, 1973, 1978, 1983 y 1988. El presidente de la República y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación se mantuvo en el servicio activo como oficial del ejército desde el 1 de octubre de 1932, hasta el día de su derrocamiento el 3 de febrero de 1989, lapso comparable solo al del generalísimo Francisco Franco de España, quien desde 1910 se mantuvo en el servicio activo hasta el año 1975.
Desde su época de capitán de artillería, en misión de estudios en el Brasil en el año 1940, entabló importantes relaciones con los brasileños. Uno de sus profesores fue el teniente coronel Humberto Castello, quien más tarde derrocó a João Goulart en el año 1964 y bajo cuyo mandato, en el año 1965, tropas brasileñas invadieron el Paraguay en Puerto Renato para apropiarse del Salto del Guairá.
El 22 de junio de 1966, como presidentes de sus países, Stroessner y Castello Branco acordaron, gracias a la oportuna mediación del Gobierno de los Estados Unidos de América, el Acta de Foz de Yguazú, que sirvió de base al Tratado de Itaipú del 26 de abril de 1973.
Muchos años antes, en octubre de 1948, el coronel Stroessner, comandante del Regimiento de Artillería Nº 1, luego de un fallido intento de derrocar al presidente Natalicio González con otros sublevados, tomó el camino del exilio en un automóvil de la embajada brasileña, que lo transportó desde Paraguarí hasta Asunción y posteriormente gestionó su salida del país con destino a Buenos Aires, República Argentina.
El periodista Roberto Paredes en la página 202 de su obra “El golpe que derrocó a Stroessner” (Asunción: Editorial Servilibro, 2011) escribió:
“A las 17:00 horas del día 3 juró como presidente provisional el general Andrés Rodríguez, mientras una multitudinaria manifestación expresaba su apoyo al golpe frente al Palacio de Gobierno. Pero hasta esa hora, el destino de Stroessner era aún incierto”. Siguió diciendo:
“El 4 de febrero continuaron las gestiones, para cuya concreción ya se habían sumado otros personajes, como el caso de Conrado ‘Teruco’ Pappalardo (el inicial gestor fue el coronel de ingenieros José Miguel Giménez Cáceres). Por la presencia de él (Pappalardo) en la unidad se produjo, precisamente, un incidente, cuando el comandante de la Cuarta División de Infantería, general Humberto Garcete, había llegado a la Caballería. Al verlo, Garcete preguntó: ¿Y ese qué hace aquí? No está detenido con ellos. Rodríguez reaccionó inmediatamente, tomó el brazo al general Garcete, lo alejó del lugar y le dijo: Quédese tranquilo, general, ese señor nos va a ayudar a sacarlo a Stroessner del país”. Continuó narrando:
“Se barajaron varias alternativas, entre las cuales Sudáfrica y Chile (la intención de Rodríguez de enviarlo a los Estados Unidos no prosperó), pero no hubo mucha receptividad de dichos gobiernos para tenerlo al presidente depuesto. Esa noche, sin embargo, se abrieron las posibilidades de solución del problema. El embajador brasileño fue hasta el Primer Cuerpo de Ejército, donde mantuvo una entrevista relativamente larga con Rodríguez. Lo concreto y definitivo es que se decidió que Stroessner iría al Brasil”.
Stroessner recaló el 7 de febrero de 1989 en Itumbiará, ciudad agrícola y ganadera en el límite entre Goiás y Minas Gerais, en la casa de huéspedes de Furnas Centrales Eléctricas, luego se trasladó en su casa de veraneo de Guaratuba, Estado de Paraná. Vivió cómodamente en el Brasil hasta su deceso en Brasilia el 16 de agosto de 2006.
Los técnicos y políticos que manejaron la cuestión Itaipú -un reducido grupo de subordinados favorecidos- no tenían en sus cálculos que alguna vez se les pidieran cuentas por su entreguismo, pero como funcionarios prácticos que eran, se esmeraron en poner sus fortunas a buen recaudo. No se conoce que hayan presentado renuncia alguna o notoria objeción por desacuerdos con los abusos del socio condómino.
Después del golpe del año 1989 continuaron los mismos mandando como ministros, senadores, diputados; consejeros, asesores y administradores de Itaipú, Yacyretá, ANDE, etc. Todos estos funcionarios públicos, incondicionales al nuevo régimen al que se adhirieron con absoluta fidelidad, dieron “una patada definitiva a la pobreza por varias generaciones”, al decir de un matutino capitalino.
El poder que obnubila al jerarca de turno le hace perder la noción de la realidad y las consecuencias de sus abusivos actos amparados por la impunidad, numerosos déspotas que sometieron a sus pueblos son testimonio de ello.
Itaipú significaba una inmensa masa de dinero que de momento tendría ocupado la mano de obra ociosa mediante los contratos direccionados. Concomitantemente, representaba un inmenso poder político y económico, es decir, más poder a cambio del patrimonio económico más importante del Estado paraguayo: su soberanía energética.
En el prólogo de la obra del conocido periodista argentino Luis Majul, “El dueño: la historia secreta de Néstor Kirchner, el hombre que maneja los negocios públicos y privados de la Argentina” (Buenos Aires: Grupo Editorial Planeta, 6ª edición, 2009), se describe una situación calcada a lo acontecido en el Paraguay con motivo del Tratado de Itaipú del 26 de abril de 1973:
“…Los que aceptaron formar parte del proyecto se han enriquecido desmesuradamente, al mismo ritmo que el expresidente. Los que se resistieron han sido perseguidos y castigados, pertenecieran al mundo de la política, al gremial, al empresario o a los medios de comunicación”.
“El Dueño prueba que las consecuencias de la corrupción son siempre las mismas: más pobreza, más desocupación, más inseguridad, menos educación y más subdesarrollo”.
Itaipú.
El presidente Stroessner, que iba al encuentro de la historia a bordo de Itaipú, no midió el alcance de sus concesiones...
Entregas.
Tenía la seguridad de que en la magnitud del emprendimiento quedarían ocultas las abdicaciones a favor de Brasil.
Cuentas.
Los técnicos y políticos que manejaron la cuestión Itaipú no tenían en sus cálculos que alguna vez se les pidieran cuentas...
(*) Autor de los libros "Itaipú, la apropiación indebida" e "Itaipú, una victoria bien brasileña".
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